NUEVAS FORMAS INTERPRETATIVAS DE ESTUDIAR LAS ORGANIZACIONES MIGRANTES TRANSNACIONALES. EL CASO DE AGUA VERDE, SINALOA

NEW INTERPRETATIVE WAYS TO STUDY THE TRANSNATIONAL MIGRANT ORGANIZATIONS. CASE OF AGUA VERDE, SINALOA

Renato Pintor Sandoval renato_azul@hotmail.com

Ernesto Sánchez Sánchez ernestoss@uas.edu.mx

Ismael García Castro ismael@uas.edu.mx

Facultad de Estudios Internacionales y Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Sinaloa, México

DOI: http://dx.doi.org/10.31644/IMASD.20.2019.a02

Recepción: Octubre 23, 2018 Aceptación: Marzo 11, 2019 Publicación: Junio 01, 2019

Resumen

El presente documento analiza, a partir de los estudio del transnacionalismo, los mecanismo y estrategias implementados por parte de clubes de migrantes para mantener las relaciones sociales, religiosas, políticas, familiares y económicas entre las comunidades de migrantes y las sociedades de origen: Para ello se toma como caso de estudio al Club transnacional San José. El análisis de este club muestra como las relaciones y vínculos entre familiares y comunidad van se expandiéndose al incluir estrategias organizativas y liderazgos que concluyen en proyectos de infraestructura social y servicios comunitarios. Esto refleja la formación y operatividad de un sólido capital social, que de manera procesal define las identidades del sujeto migrante con bases a la intervención en la localidad de origen; Agua Verde, Sinaloa. Como estrategia metodológica se implementó un enfoque cualitativo mediante la revisión documental, tomando como eje analítico el trasnacionalismo, capital social y habitus. Asimismo, se recurrió a entrevistas personales en dicha comunidad migrante para documentar los vínculos y el reconocimiento identitario de los migrantes.

Palabras clave: Transnacionalismo; capital social; habitus; clubes de migrantes

Abstract

This document analyzes, from the study of transnationalism, the mechanisms and strategies implemented by home towns associations to maintain social, religious, political, family and economic relations between migrant communities and societies of origin: takes as a case study the Transnational Home town association San José. The analysis of this organizations shows how relationships and links between family and community are expanding, including organizational strategies and leadership that lead to social infrastructure projects and community services. This reflects the formation and operation of a solid social capital, which procedurally defines the identities of the migrant subject with bases to the intervention in the place of origin; Agua Verde, Sinaloa. As a methodological strategy, a qualitative approach was implemented through the documentary review, taking as an analytical axis the transnationalism, social capital and habitus. Likewise, personal interviews were used in this migrant community to document the links and identity recognition of the migrants.

Keywords: Transnationalism; social capital; habitus; Home town association


Introducción

Durante mucho tiempo las investigaciones que se han hecho en torno a la migración internacional, especialmente a la de México a Estados Unidos, se han caracterizado por tocar o ahondar en el enfoque del transnacionalimo migrante. Lo que atrae a los estudiosos de la teoría o enfoque transnacional es la relación que guardan tanto los sociedades emisoras, como las receptoras, así como entre ambas; tratando de indagar y conocer el vínculo y por qué los movimientos migratorios son más estrechos, bidireccionales y simultáneos.

Autores como Guarnizo (1998, 2003 y 2006) Portes, Guarnizo, y Landolt (2003); Moctezuma (1999, 2003 y 2011); García (2007); Goldring (1998 y 1999) abordan el fenómeno migratorio de mexicanos hacia Estados Unidos, con interés especial en una pregunta central: ¿Cómo se cambian o se sostienen los vínculos, valores, lealtades, compromisos y participación política de los migrantes internacionales con sus localidades de origen? Esto conllevó a Stefoni, (2007: 7) a preguntarse si al tratar de contestar la anterior interrogante se estaría hablando de un proceso societal o de prácticas cotidianas que realizan los migrantes en sus lugares de destino. Y si es así ¿cuándo las acciones de los migrantes comienzan a ser transnacionales y cuándo dejan de serlo?

La crítica hacia lo transnacional radica en que se carece de un marco de referencia que permita delimitar y categorizar las distintas unidades de análisis de lo transnacional. Uno de los propósitos de esta investigación es tratar de ayudar al enfoque transnacional y tratar de ver si esta delimitación será posible determinar a través de un estudio de caso, el de la familia Benítez y el Club San José, que forman parte de una comunidad transnacional, o si incluso han llegado más lejos.

Stefoni (2007) dice que uno de los elementos que permiten ubicar a los estudios como transnacional, es la "composición de la localidad". Hay que ver que no todas las localidades permanecen estáticas; para ello han existido patrones estructurales propios de una sociedad de origen rural, que con la migración internacional y bajo los efectos producidos generan cambios en partes de su estructura, como la escolaridad, las oportunidades de empleo, la región o incluso lo político que modifican las parte socioeconómicas, política, cultura y de valores que sufren las sociedades tras la migración.

Un estudio que Portes junto a Guarnizo y Haller (2003; citado en Portes, 2007, p.660) a inmigrantes latinoamericanos de Colombia, El Salvador y República Dominicana, en comunidades migrantes de Estados Unidos, encontraron que los participantes en actividades transnacionales, empresarios económicos y activistas políticos o socioculturales, por lo general, "no eran los migrantes más recientes ni aquellos que estaban en una posición más marginal educacional o económicamente". Al contrario, descubrieron que el nivel de educación se correlaciona positivamente con la participación en actividades transnacionales, así como el nivel de ocupación y de ingresos. Esto da cuenta de que las actividades del transnacionalismo implican una cierta solvencia económica y un mínimo de seguridad laboral e ingresos.

Esta aseveración permite dos ejes de análisis; una que el transnacionalismo no es un modelo que se pueda aplicar de manera indistinta y otra, la condición y desarrollo histórico, aunado a la condición económica de los sujetos, depende del grado de asimilación por la sociedad de destino, ya que ésta produce condiciones para dar alojamiento a las actividades transnacionales cuando hay solvencia económica y tiempo de residencia migrante. Con base en las líneas descritas se empieza a describir el estudio de caso, que es la Familia Benítez, ejecutado a través del liderazgo impuesto por Javier, con la intensión de ejemplificar que existen liderazgos, antagonismos, capital social, pero principalmente, prácticas y vínculos transnacionales, que aunados a factores identitarios permiten que los migrantes sean y vivan la transnacional en sus diferentes campos transnacionales, o bien entender que existen elementos más allá del transnacionalismo que permiten que el migrante se sienta adherido a una sociedad de origen.

Así pues, de acuerdo a Stefoni (2007) es la noción de familia, una categoría nodal en la comprensión de este transnacionalismo en las comunidades rurales. La presencia de este vínculo permite contextualizar el valor que se asigna culturalmente a la familia y a sus descendientes, ya que permite que la salida de uno de sus miembros no signifique la disolución familiar (Ariza, 2002). Sino al contrario permite que a través de las prácticas y vínculos de reciprocidad binacional alimenten la transnacionalidad, pero que también refuercen vínculos de identidad, permitiéndoles formar parte de distintas unidades, según el migrante lo desee; por ejemplo, permite que la familia sea la principal organizadora social, manteniendo al mismo tiempo, la lealtad hacia la familia y hacia su comunidad que ha dejado atrás físicamente.

El presente trabajo está divido en tres partes, una sobre los diferentes estudios y formas iniciales del proceso del transnacionalismo migrante, un segundo sobre la familia Benítez y sus niveles de organización e implementación de inversiones sociales (remesas colectivas) en Agua Verde, y por último, el análisis del grado de transnacioanlidad y si existe un desgaste transnacional.

El estudio de la migración transnacional: entre capital social y habitus

A partir de la década de los ochenta, por la tendencia a la masividad migratoria, se empezaron a elaborar perspectivas teóricas de la migración internacional; los supuestos avances por establecer una teoría general de la migración internacional han consistido en una sucesión de enfoques, modelos o marcos separados, que por lo general son una serie de contribuciones acumulativas e inconexas, basadas en aportaciones estructuralistas y funcionalistas previas de las teorías generales de las ciencias sociales. Partiendo de la división que realiza Doña-Reveco (2004)1, encontramos tres generaciones teóricas que pretenden explicar la migración internacional. Sobre los primeros dos enfoques2 versa su objeto de estudio, el ser migrante (acto de partida), y están basados en las interrogantes sobre el papel que el trabajo migrante desempeña en una sociedad, en particular en las sociedades capitalistas y qué tipo de impulsos propician dichos desplazamientos.

Desde una mirada metodológica contemporánea, la transnacional, parte principalmente de las contribuciones realizadas por la antropología y la sociología, en donde se conceptualiza a partir de las siguientes preguntas: ¿cómo es la relación que sostienen los migrantes con sus localidades de origen? Y también, ¿qué características sociales y culturales sostienen los migrantes al conservar su identidad? Este análisis del ser transnacional parte de un conjunto de prácticas, valores, historias, lealtades y compromisos sociales que los migrantes sostienen con su familia y su lugar de origen, más allá de la frontera nacional.

La idea de cómo inician y se sostienen los vínculos y prácticas transnacionales, parte del supuesto de Portes (2006) y Portes y Jensen (1989), donde recalca que el mecanismo del enfoque transnacional debe de partir de un proceso lineal y sostenido (Figura 1). Dicho autor sostiene que "una vez que se inician los flujos laborales internacionales, surgen redes sociales entre los migrantes y sus localidades de origen, que con el tiempo, permiten que este movimiento se sostenga por sí mismo" (Portes, 2007:17). Este fenómeno de base, continúa el autor, en sus ámbitos económicos, políticos y socioculturales puede representar la constitución de comunidades transnacionales, de abajo hacia arriba, desde lo local hacia lo transnacional, desde las solidaridades populares a las emergencias transindividuales. Pese a ser un fenómeno de base, el transnacionalismo tiene un impacto social mayor; el ejemplo más evidente de esto son las remesas colectivas (Portes, 2003). Además, este mismo impulso "puede apoyar la continuidad de la migración aun cuando los incentivos económicos originales se hayan reducido o desaparecido por completo" (Portes, 2007, 11).

Figura 1. Proceso del transnacionalismo migrante

Ciertamente, las prácticas transnacionales han estado siempre presentes en mayor o menor medida en los movimientos migratorios. Si por transnacionalismo se entiende el establecimiento de vínculos de naturaleza diversa entre el lugar de origen o de referencia y el lugar de establecimiento o de llegada. Pero en sí, ¿dónde inicia el proceso del transnacionalismo migrante? Para Portes, Guarnizo y Landolt (2003) las prácticas recurrentes que realizan los migrantes lleva al replanteamiento del concepto mismo del migrante, ya que no solo es un trabajador internacional, sino una persona que "desde la lejanía mantiene contactos, manifestaciones y vínculos culturales propios y que tienen un impacto, no solamente económico, sino sociocultural en su lugar de origen; justamente lo que se da por llamar transnacionalismo migrante" (p.45). Además, señalan que son tres los requisitos que permiten identificar actividades de carácter transnacional, y que, por tanto, justifican el uso del término.

· El proceso debe involucrar una proporción significativa de personas en el universo relevante (a saber, los inmigrantes y sus contrapartes en los países de origen).

· Las prácticas de objeto de estudio no pueden ser fugaces, transitorias o excepcionales, sino que deben mostrar cierta estabilidad y resistencia a través del tiempo.

· El contenido de dichas prácticas no puede ser captado a partir de otros conceptos pre- existentes, puesto que ello supondría que la creación y uso de un nuevo término seria innecesario. (Portes, Guarnizo y Landolt (2003: 140).

En pocas palabras, el vivir transnacional se convierte así, en un comportamiento con distintos focos de atención, que van del plano familiar al comunitario, y de una lealtad comunitaria a un campo transnacional estrictamente familiar o individual, cuyo interés varía, según el compromiso y la fuerza de éste. Los campos transnacionales donde viven los migrantes condicionan la naturaleza de ellos mismos, como explica Guarnizo (2007: 57), facilitan o impiden, alientan o desaniman, reclaman algunos o todos los vínculos y prácticas transnacionales que forman los migrantes.

Dentro del transnacionalismo la unidad de análisis sobrepasa al propio migrante o al individuo mismo y se adhieren las organizaciones, comunidades, las empresas, los partidos políticos que directa o indirectamente intervienen en el proceso migratorio. Sin embargo, continúa recayendo la mayor importancia en el individuo, ya que en este sujeto, siempre activo, se centra el punto de partida más viable en la investigación de la migración transnacional (Guarnizo, Portes y Landolt, 2003). La selección de individuos como punto de partida para incursionar en diferentes estadios o campos, permite remontarse a su historia, a su trayectoria, en la cual se pueden "diferenciar las iniciativas y prácticas que se realizan" (Guarnizo, Sánchez y Roach, 2003: 22). Al ser el individuo el punto de partida, sus actividades van encaminadas, primero, a valorar su legado y su experiencia migratoria, y a la forma en que se han desenvuelto sus conexiones. Los individuos tratan su experiencia migratoria, desde sus antecedentes, su movilidad y su lejanía, buscan acercarse con sus acciones y prácticas con su sociedad de origen, aunque sea de manera simbólica.

Esta forma de actuar permite recoger el análisis de la historia del migrante y sus distintas actividades individuales. Esta postura indica que las actividades a nivel individual permiten comprender las distintas estructuras del transnacionalismo y sus efectos ya que "los datos obtenidos en entrevistas individuales se pueden identificar las contrapartes y establecer los efectos de esas actividades" (Guarnizo, Sánchez y Roach, 2006: 21).

Todas estas características y reformulaciones metodológicas tienen su validez, pero en cada caso, la unidad de análisis permite profundizar la atención, en donde el individuo a través del desarrollo de sus redes sociales alcanza un grado de consolidación mediante sus organizaciones migrantes, e incluso, con su intervención en su comunidad, en algunos casos con liderazgo y negociaciones emprendidas, permitiéndole dar sentido a su identidad y reconocimiento. Pero además como advierte Aroncena (2001) nos dice que al abordar el tema de las estrategias en el desarrollo local, estamos introduciendo, de hecho, uno de los condicionantes más importantes de los procesos de desarrollo local: la capacidad de constitución de actores locales. "Los actores locales son simultáneamente son motor y expresión del desarrollo local" (Aroncena, 2001).

Proponemos reflexionar sobre la idea del transnacionalismo y el capital social, como parte del reforzamiento de las redes sociales, donde nos permite centrarnos en la discusión sobre la pregunta de cómo se gestan las primeras relaciones entre los migrantes y su lugar de origen, y si dichos vínculos sociales son duraderos. A nivel individual, la relación que guarda el transnacionalismo y el capital social, está delimitada por el habitus, propuesto por Pierre Bourdieu, en donde advierte que la diferencia entre el habitus y el hábito es que en el segundo, se considera de forma espontánea como algo repetitivo, mecánico, automático, más reproductivo que productivo. Por lo que respecta al habitus, tenemos que:

Se define como un sistema de disposiciones durables y transferibles -estructuras estructuradas3 predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes- que integran todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes para una coyuntura o acontecimiento. (Bourdieu, 1972: 178).

Cabe aclarar que el habitus transnacional que aquí se propone es una categoría analítica que sirve como puente de partida para dar cuenta de la vía que los migrantes, aún sin haber llegado al nivel de asociaciones sociales, establecen los primeros lazos o redes que va a llevar a la conformación de las llamadas comunidades filiales transnacionales. Obviamente esto no puede existir sin la presencia del migrante establecido en una cierta zona geográfica y cuyo establecimiento se hará primeramente con la familia, la cual será la principal interlocutora de los acontecimientos de la comunidad (Pintor, 2011). Entonces será a partir del habitus que los "sujetos" producirán sus prácticas. El habitus, permite la "interiorización" de las estructuras a partir de las cuales el individuo y el entorno social en el que ha sido educado (re)produce sus pensamientos y sus prácticas transnacionales, formará un conjunto de esquemas prácticos de percepción -división del mundo en categorías-, apreciación -distinción entre lo bello y lo feo, lo adecuado y lo inadecuado, lo que vale la pena y lo que no vale la pena- y evaluación -distinción entre lo bueno y lo malo- a partir de lo cual se generarán las prácticas -las "elecciones"- de los agentes sociales (Bourdieu, 1997). De esta manera, ni los sujetos son libres en sus elecciones, ya que el habitus es el principio no elegido de todas las elecciones, ni está simplemente determinado; es una disposición, que se puede reactivar en conjuntos de relaciones diferenciadas y dar lugar a un abanico de prácticas distintas (Safa, 2002).

Lo anterior está relacionado con el migrante que converge a través de sus prácticas, y permite dar operatividad al concepto de capital social, y así medir la importancia que tiene el desempeño de la red y su confianza, su grado de consistencia; en el cual puede generar confianza entre personas que tenían distintas ideas o representaciones simbólicas de los proyectos sociales a los que fueron sometidos. El desarrollo de la red y la acentuación de la confianza, evolucionan hacia la construcción de un capital social.

Los primeros estudios del concepto del capital social se ubican en el ámbito de las actividades económicas y, precisamente, se encuentra vinculado a los "fenómenos sociales que condicionan el funcionamiento de la economía" (Pizzonio, 2003: 34). Actualmente la nueva sociología -como señala Pizzonio (2003: 34), quiere medir este concepto con relación a la economía en su propio territorio: el de la elección de los medios no económicos para lograr un fin. En otras palabras, se quiere mostrar que las elecciones económicas no sólo están influidas por la disponibilidad de los recursos económicos, sino también por la disponibilidad de los agentes sociales, en particular por las relaciones e informaciones que en éstos recae.

Aunque debemos de tener cuidado cuando utilizamos el concepto de capital social y no como un mecanismo para resolver los problemas de la pobreza y del desarrollo económico y político, sino al criterio de los capitales no económicos que cuentan las personas y sus usos (Kliksberg, 1999). Por su parte Durston (2000) abunda en que el capital social se trata de un recurso o vía de acceso a otros recursos, que en combinación permiten lograr beneficios para los que lo poseen; este capital reside y se fundamenta en las relaciones sociales. Bourdieu (2000), lo define como "la suma de recursos, reales o virtuales, que devenga una red perdurable de las relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuo" (Guarnizo, 2003). En síntesis, el capital social puede definirse como: la buena voluntad, el compañerismo, la empatía y las relaciones sociales entre individuos y familias que conforman una unidad social, o comunidad" (Ostrom y Ahn, 2003). Asimismo, argumenta que "el capital social de la gente se agrega al capital social de la organización, ya que las habilidades, el conocimiento del medio, la disponibilidad y la confianza, representan al capital social". Quizá el concepto no está relacionado con la solución de un problema interno de acción colectiva del grupo, sino que más bien es la suma de conexiones de redes entre los integrantes, así como de sus habilidades personales (desarrollo humano), que pueden ser usadas para alcanzar sus metas.

La recuperación del concepto de capital social, señala Ostrom (2000), se debe dar en el ámbito del desarrollo local, aunque esto no significa resignarse al objetivo del desarrollo nacional, más bien: "regresar al depósito de la confianza y de la cooperación". Dicho capital no puede compaginarse a gran escala, como dice Bertucci (2003) sino que ésta debe de ajustarse a las condiciones y escala del barrio, pueblo, ranchería o pequeña población, escala conveniente a fin de permitir el contacto interpersonal suficiente para desarrollar relaciones de confianza.

El punto donde se origina el capital social es en las redes primarias, que basados en la confianza donde se representan principalmente, como "los barrios, la familia y los vecinos, todo lo demás es virtual" (Caracciolo y Foti, 2003), partiendo de que las fortalezas y oportunidades de un territorio determinado se establecen con base en la confianza y la organización de los vecinos. Aparte de generar desarrollo en las comunidades de origen, sus depósitos se traducen en acciones que irradian en optimismo; a través de sus transferencias, también se dan nexos de buena voluntad, de ahí que sean etiquetadas como recursos de "alta calidad" (Torres, 2001 y 2001ª).

Para Bourdieu (1999; 2000), los beneficios de estos éxitos pueden ser materiales y simbólicos, donde se permite una mezcla de estrategias y cooperación. Más aún "la existencia de una red de relaciones es el producto del trabajo de instauración y mantenimiento, que es necesario producir y reproducir con las relaciones sociales, para que sean durables y útiles (Enríquez, 2000), pero implica tener obligaciones con los suyos. Esto quiere decir que mientras más se refuerza la red social, más sostenidos son los proyectos que se realizan y permiten la incorporación de nuevos actores sociales.

En suma, los migrantes dependen de sus amigos, familiares, vecinos, compañeros de sus redes sociales, en la obtención de los recursos que necesitan para un exitoso cruce fronterizo y un lugar dónde vivir en Estados Unidos; pero de igual manera, como sugiere Spener (2007, 127), los migrantes dependen de su red y el capital social depositado en estos, para conseguir información y guía para hacer el viaje a través de la frontera, recomendación de "coyotes confiables", préstamos de dinero, transporte, trabajo, obtención de documentos; pero sobre todo, de información sobre las ofertas de trabajo, entre otros. Sin embargo, en cuanto a la confianza de la red social, destruirla es muy fácil, por ello la confianza y solidaridad son piezas fundamentales en las relaciones sociales a través de los intercambios recíprocos de cooperación y ayuda mutua, que constituyen un aspecto medular en el desarrollo de las sociedades, de origen y destino.

El análisis de la familia Benítez como actor transnacional

Entre el grupo de migrantes de Agua Verde, perteneciente al municipio de Rosario, Sinaloa, que partieron hacia el área metropolitana de Los Ángeles en la década de los setenta en busca de trabajo y bienestar, se destaca la familia Benítez, con un fuerte arraigo social en la región, debido a que algunos de sus miembros fueron maestros de la escuela primaria de la localidad, y como organizadores de las fiestas religiosas al santo patrono "San José".

La familia Benítez mantuvo en el extranjero el principio de convivencia entre los suyos y con la gente del poblado sinaloense; uno de los que más fomentó esa nostalgia, entre los residentes de Los Ángeles 4 fue José Javier, el mayor de los Benítez. Actualmente es empresario en el sector de servicios, con una empresa de limpieza y miembro líder de una organización cristiana local; All Saints.

En uno de sus continuos viajes a Agua Verde, a finales de la década de los setenta, José Javier fue visitado por Filemón García, párroco de la iglesia local. Narra que en aquella reunión, el padre le pidió que hiciera una colecta para ayudar a construir un nuevo templo, ya que el anterior resultaba demasiado pequeño, y Javier aceptó, comprometiéndose a llevar la colecta hasta Los Ángeles. La necesidad de reconstruir el templo del Santo Patrono del lugar se expandió paulatinamente entre los aguaverdenses emigrados en Los Ángeles, y lograron reunirse para luego buscar la manera de ayudar. La petición duró tres años en concretarse, y se empezó a percibir la necesidad de los miembros para organizarse y realizar acciones sin la intervención del Estado. Aquí sobresalieron dos sujetos; el migrante, como parte de una familia, y por otro lado, el párroco como parte de una institución religiosa.

En la fiesta del santo patrono se inauguraron la fachada del templo y el atrio parroquial. Ésta fue la acción fundacional del club de migrantes de Agua Verde y por eso, con esta acción comunitaria, el grupo de migrantes organizados obtuvo el reconocimiento social que dio a sus colaboradores la oportunidad de recuperar la membresía comunitaria que se había diluido por su condición de migrante. Así pues, la integración social dentro de la comunidad de origen desde el extranjero es una expresión propia del proceso transnacional.

La realización de proyectos de las organizaciones de migrantes no es tarea fácil, sobre todo cuando se trata de recabar fondos, ya que surge el problema del manejo de recursos, así como el de las posibles trabas gubernamentales, por lo que el interés de los emigrantes tiende a desaparecer en la medida que la obra no se culmina en tiempo y forma (Morán, 2002 y 2004).

Esto demuestra que detrás de una inversión se encuentra una organización con objetivos y misiones, y que en este conjunto, las actividades de las asociaciones, no sólo se limitan al cómo reunir los recursos financieros, sino también al capital humano y social dentro de la comunidad transnacional.

Sin embargo, cuando se trata de ver el alcance de estos grupos de migrantes o asociaciones, se debe evaluar no solo el número de inversiones sociales sino sobre todo por el nivel de organización, gestión, negociación y evaluación dentro del campo social transnacional donde se desempeñan. Este campo social permite no solo la recreación de habitus transnacionales, sino la extensión de sus redes sociales: "los préstamos y el trabajo de favor" y "las formas de ayuda mutua", propias de ese tipo de comunidades. La fórmula por tanto es: "puedo cooperar ahora contigo, esperando que más tarde tú puedas hacerlo por mí" (Fernández Kelly, M. P., 1997:216) o como dice un clásico de la sociología: "como tú conmigo, yo contigo" (Weber, M., 1984:293 en Moctezuma 2011, 62). Sobre este tema, Arizpe (2004, 37) destaca justo lo que es esencial en la cultura migrante rural: "...la importancia de estos grupos no radica en la fuerza de trabajo reunida, sino en la reciprocidad que se genera...", o en otras palabras: la racionalidad social de este tipo de comunidades entra en clara contradicción con la mentalidad costo-beneficio.

Este aprendizaje social que deben experimentar los clubes de migrantes, los hace proclives al aplazamiento de las obras con un proceso lento; sin embargo, lo principal es reconocer quién está interesado, qué funciones desempeñará, cuál es la situación de los migrantes para participar, porque, como señala Gibson (1994), "las remesas colectivas que llegan a las comunidades de origen, al igual que las remesas individuales que llegan a los hogares, pueden tardarse o nunca hacerse presentes", pero en este campo social transnacional se permite encontrar un espacio donde se revivan y recrean habitus, con carácter de transnacionales.

El éxito o fracaso de estas inversiones, obedecen a "las formas de maduración de las organizaciones y al grado de colaboración y negociación que mantienen con los gobiernos locales" (Sada, 2007, 21). Estas negociaciones pueden llevar a las organizaciones al fracaso porque en ocasiones se plantean los casos de forma ventajosa para una de las partes; o bien, porque existe un desconocimiento sobre el alcance de las organizaciones migrantes y del alcance de la participación municipal o estatal. Además, los gobiernos cambian continuamente, se anteponen los intereses a las necesidades y esto repercute en que no se logre fijar metas a largo plazo (Soto y Velázquez, 2007, 11).

En este entendido, cabe lo que señala Arocena (2010), las organizaciones migrantes, vinculadas a la comunidad, sintiéndose parte de ella como parte de su identidad, hacen posible el diseño y ejecución de estrategias de largo plazo vinculadas al el desarrollo local. Sin embargo, no es una cuestión que por sí sola se concrete, ya que puede ejercer como palanca de desarrollo cuando hay tras de sí un apoyo, no solo institucional formalizado, sino también que existan condiciones sociales y económicas que lo permitan, ya que pueden intervenir factores negativos de nulos compromisos reales y solo nostálgicos. Con base en Arocena (2010) la dinámica exitosa de las organizaciones migrantes trasnacionales vinculadas al desarrollo local se relaciona con dimensiones económicas, sociales o políticas y culturales pero a la par de una demostración y vivencia de la identidad colectiva vinculada al lugar de origen, como motor del desarrollo. Esto muestra que en este proceso migratorio, donde se conjugan las relaciones que se van y quedan, se recrea una sociedad local con un proyecto colectivo.

Club San José y sus acciones/ actores trasnacionales

El club de aguaverdenses en el extranjero, motivados por su líder Jaime Benítez, pronto se hizo de un prestigio, debido a la experiencia y al éxito obtenido en la realización de inversiones sociales en pro del poblado. Esto se tradujo en un capital social que se fincó en la organización y en atributos personales, que antepone ahora la organización con nuevas normas sociales. En la medida en que la organización responde a las acciones de los agentes sociales, como apunta Moctezuma (2011, 69), su nivel alcanzado se debe también a la competencia de sus protagonistas.

En las primeras fases de la organización migrante o nivel 1, la confianza es equivalente al respeto mutuo, al reconocimiento como migrantes, entiéndase como el beneficio mutuo o bien, el riesgo calculado por no hacerlo. Estos son los principales factores que determinan el funcionamiento de la red y la confianza en los albores de la organización de voluntarios.

Así, la familia y sus redes hacen que continúe la migración con sus elementos de información bimodal, funcionando como el eje de organización de la vida social del migrante internacional, contribuyendo en la profundización del arraigo local, proporcionando sentido de continuidad y permanencia a los migrantes, sirviendo para dar interpretación al sentido de sus historias personales y constituyendo una instancia social de vital importancia en su entorno.

No se debe de olvidar que el entorno político y económico "puede alentar o desalentar la organización desde el extranjero y ofrecer a la gente incentivos o castigos según su participación" (Goldring, 1999). Un entorno favorable se caracteriza por un buen mandato del club, asociación, pero también condiciones de sociabilidad en la comunidad que minimicen conflictos entre los participantes.

En la actualidad otros problemas que enfrentan los grupos son las relaciones burocráticas con los ayuntamientos que pueden llevar a la organización de migrantes a no realizar obras sociales, ya que sin el respaldo de alguna autoridad institucional y de los líderes locales, los objetivos fracasan. Lo cual hace pensar que con una política pública con gestión e intervención los resultados en el financiamiento para el desarrollo de las comunidades de origen se potenciarían y se traducirían en un mejor nivel de vida.

En el tránsito del inicio de una obra hasta su conclusión se presentan acciones de los miembros que obedecen a normas, y que en caso de incumplimiento se pueden aplicar sanciones, pero también hay cambios en la perceptibilidad del club, o bien puede incrementarse un reconocimiento positivo o todo lo contrario. En ocasiones se ha generado que se les aísle temporalmente a los que incumplen; y hasta ha llegado al punto que, ante tanto descontento del club, se originen connatos de agresividad. No resulta, pues, nada fácil que los emigrantes continúen las obras de carácter social, pues existe una serie de problemas, como lo hemos ejemplificado, donde la realidad es sumamente complicada. (Goldring, 1998).

Para Smelser (1989), el éxito de este tipo de acciones permite al grupo satisfacer necesidades individuales, tanto explícitas como implícitas. Las primeras suelen encajar directamente con las tareas y el objetivo concreto del grupo. Las implícitas pueden resultar menos evidentes -amistad o liderazgo, por ejemplo- pero movilizan al individuo a participar en las actividades grupales. Y como señala Arocena (2010) se visualiza a las organizaciones, en este caso de migrantes, que funcionan como sistemas abiertos, pero en escenario vulnerables, sometidos a situaciones que exigen presionar y regular las acciones concretas, y en la cual los sujetos de la comunidad, migrantes o no, se visualizan con múltiples pertenencias, intereses y múltiples lealtades.

El proceso transnacional: entre la consolidación y el desgaste

Históricamente, entre las organizaciones de migrantes que han realizado sus primeras obras sociales a través de las remesas colectivas y las otras que no lo han hecho, existen diferencias notables, principalmente en el proceso social interno de la organización. Las organizaciones con obras terminadas han avanzado en organigramas más complejos, señalando concretamente roles y jerarquías entre sus miembros. De la falta de reconocimiento, que se le daba una informalidad a las organizaciones, se pasó a ser formal, las "tareas encomendadas" pasaron a ser objetivos propios y el liderazgo dejó de ser simbólico y efímero para ser representativo, comunitario.

En Agua Verde, durante la realización de proyectos y que finalizaron exitosamente existió plena convivencia social y comunitaria que funcionó como eje neural de las remesas colectivas; lo cual posteriormente se tradujo en estatus e integración social por parte de sus colaboradores. Las obras de mayor reconocimiento fueron: salones de usos múltiples, remozamiento de plazas, bancas para el templo, arreglo de fachadas y arco de bienvenida, y simbólicamente se reforzaron las festividades religiosas y culturales locales.

Las "tareas encomendadas" por el Padre Filemón de Agua Verde al Club San José, crearon un reconocimiento y un estatus social importante en la organización de migrantes binacionales cuando terminaron dichas obras. Si bien el objetivo no es comparar, es necesario señalar que la ausencia de un buen líder y la nula participación de los demás miembros de emigrados lleven a la inactividad, y a que no se realicen obras colectivas; en estos casos, son más las limitaciones o fracasos que los éxitos que se puedan tener. Por ejemplo, en su estudio sobre Jala, Nayarit, Imaz (1999) relata que los migrantes arreglaron la plaza central, limpiaron la chapa de oro del altar de la basílica y dieron becas escolares. Coordinados con autoridades y maestros del pueblo, construyeron la escuela secundaria, donaron un carro ambulancia, eligieron un día para la fiesta patronal y dieron donativos para precampañas municipales. Pero cuando iban a realizar su proyecto más importante: la ampliación del servicio de agua potable, tuvieron problemas con el dinero reunido, causando enfrentamientos entre sí y con las autoridades municipales.

Con un esquema más organizado y con el grado de integración social ganado, el Club San José se dio a la tarea de reconstruir totalmente la iglesia del pueblo; donar un camión a la escuela secundaria para que los estudiantes de localidades más apartadas pudieran asistir a clases; remodelar la escuela primaria; reforestar y construir bancas de la plazuela; así como construir la biblioteca pública del poblado. En esta tesitura cabe lo que señala Smelser (1989); una vez terminada la obra, se obtienen el valor agregado de la acción colectiva; prestigio, reconocimiento y arraigo que logran los realizadores de la obra o el club de oriundos. Una obra terminada confiere al grupo un estatus importante en su comunidad de origen. Al estar conformado un grupo, otros migrantes tratarán de unirse a él, porque con ello reducen la inseguridad de que las obras no se lleven a cabo. Se sienten más fuertes, tienen menos dudas personales y resisten mejor las amenazas cuando pertenecen a un grupo.

El actual párroco, Carlos Ramírez con cinco años en la localidad, narra que con las aportaciones del Club San José han logrado reconstruir la iglesia, dotarlo de mobiliario, sistema de sonido, equipos de ventilación, remodelar el altar, las imágenes y esculturas religiosas y hacer trabajos de carpintería y pintura a las fachadas. También gracias al club se han obtenido donativos anuales para la fiesta del Santo Patrono y otras festividades religiosas (Navidad, día de muertos, madres, principalmente).

Lo anterior consolidó que a los aguaverdenses que se mantienen agrupados en la organización de migrantes "San José" juegan un papel que la asociación y el status que se les otorga, como el tener un conjunto de ideas compartidas, creencias, evaluaciones y símbolos. Esto refleja una identidad compartida que moviliza representaciones colectivas en forma de uniones simbólicas, como el hecho de pertenecer a un mismo lugar, lo cual permite aglutinar un número determinado de personas, pero también de separarlas o limitar sus vínculos externos al grupo. Aquí vale la pena señalar lo que dice Hall (2002), en cuanto a que no solo se habla de identidades, sino también de un sentido de identificación en la cual se establece un reconocimiento del origen común y características compartidas con otra persona o grupo, enmarcando ejes de solidaridad y lealtades. Sin embargo, desde el enfoque discursivo, esta identificación con la comunidad se aprecia como una construcción, un proceso no terminado porque se incluirán o excluirán intereses y sujetos en movimiento. Así pues, la identificación es un proceso de articulación que puede reunir lo que se creyó olvidado o ajeno en el grupo o comunidad pero señalando diferencias con "otros", es por eso que las identidades nunca se unifican y pareciera ser que cada vez están más fragmentadas y fracturadas, sin desaparecer, claro, pues son construidas de diversas maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes, algunas veces hasta antagónicos (Hall, 2002)

Estas organizaciones de migrantes de carácter transnacional hacen posible que aparezcan esquemas más organizados y de mayor trascendencia, que facilitan la creación, o inclusión, de asociaciones o federaciones. El Cuadro 2 muestra las características y la forma en que se participa trasnacionalmente y que lleva a la conformación de una asociación transnacional.

CUADRO 2. CATEGORÍAS E IMPACTO SOCIOPOLÍTICO DE LOS CLUBES EN SU LUGAR DE ORIGEN.

Este cuadro nos presenta que los migrantes contienen diferentes estructuras organizativas, que cuentan con distintos niveles y grados diferenciados de madurez, como lo explica Moctezuma:

Los primeros cuentan con una estructura informal, inestable, casi de naturaleza comunitaria que hacen las veces de clubes cívicos; otros disponen de un cierto grado de formalización, su permanencia aún no se consolida, pero cuentan con un mínimo de estabilidad, con reconocimiento y legitimidad a nivel de la comunidad y tienen la capacidad de negociación con las autoridades municipales en tanto que los más avanzados, cuando ya forman parte de una asociación de clubes, su estructura es tan compleja que es necesario reglamentarla y registrarla formalmente, son estructuras organizativas permanentes que cuentan además del amplio reconocimiento y legitimidad social, sus acciones están referidas en proyectos municipales, estatales o binacionales, y se aprovechan para incidir en el diseño de políticas públicas (Moctezuma, 2007, 40-41).

De igual forma, la identidad no se pierde si existe un marco referenciado, ya que el individuo pertenece a un territorio subjetivo y objetivo a la vez, porque pertenece, aparte de criterios de formación, de pensamiento y de carácter, como nos dice Gendrau y Giménez (2002:149) "Al hablar de pertenencia socio-territorial nos estamos refiriendo específicamente al sentimiento de pertenencia territorial compartido por un grupo humano, con un sustrato cultural, económico y demográfico específicos", que en la lejanía los migrantes tratan de conservar, siendo en parte transnacionales y a la vez migrantes. Como señala Robins (2003, 112) al recurrir a Paul Ricceur; ya no se habla en términos de identidad cultural, como algo estático y proporcionado por la sociedad de pertenencia, sino que se habla de un intercambio cultural en la que conjugan e intercambian los recuerdos y vivencias, por lo que la identidad, entonces, está en términos de la experiencia de relaciones, lo que puede pasar a través de las relaciones y lo que sucede con ellas.

La identidad de grupo, que no solo está delimitada geográficamente, como es este caso migratorio, es producto de una definición colectiva que se obtiene a través de los resultados de la identificación de similitudes y de diferencias de los actores a través de las relaciones, en este caso trasnacionales, y en la que pueden intervenir otros actores que no necesariamente pertenecen a un grupo. Como dice Chihu (2002:7) en esta identidad de grupo, se crea un proceso de identificación de los que no pertenecen; es decir, se da un proceso de categorización social.

Conclusiones

En Agua Verde, Sinaloa, hay una integración y habitus transnacional social desarrollado a partir de la membresía sustantiva al club San José, las acciones de carácter público se realizan desde la distancia e impulsan nuevas reglas de convivencia comunitaria.

Al realizar este ejercicio analítico se concluye en primera instancia y de manera muy general, que la identidad se redefine a partir de las prácticas transnacionales. Es decir, que a pesar de que la organización migrante no lleve a cabo masivamente acciones en su comunidad de origen, la sola conformación del club revela la fuerza del sentido de identidad y pertenencia de sus agremiados por su tierra de origen. Es decir, desde fuera el sujeto migrante es parte de la comunidad de origen.

Una segunda instancia, tenemos que los grados de transnacionalismo varían debido a que no existe un curso de trayectorias uniformes que estén estrechamente ligadas a la red social migrante, lo cual permite que se desarrollen o se establezcan las llamadas comunidades filiales transnacionales; primero los migrantes alcanzan una membresía comunitaria transnacional para luego convertirse en lo que se conoce como migrante colectivo, cuya función es constituirse como "agente de cambio".

Es necesario entender que el capital social dentro del estudio de la transnacionalidad, permite captar las diferenciaciones en las relaciones sociales de cada comunidad. Las normas de cada organización o institución manifiestan diferentes experiencias, entorno social y económico, lo que hace que cada organización contenga distintos componentes de la sociedad pero que se enriquecen partir de un proceso migratorio.

Dentro de las organizaciones de oriundos o grupos de migrantes, tenemos que la organización se engloba en la transnacionalidad, reflejada en prácticas y compromisos mutuos entre migrantes, y esto es uno de los elementos que reflejan ese tipo de identidad enriquecido por el grado de politización en la organización, por ende, influye el liderazgo, la gestión y coordinación cooperativa entre el migrante y el que continúa en el lugar de origen, aunado, por supuesto, a la dinámica de las remesas colectivas.

En suma, al realizar el análisis de la organización de migrantes San José, y el liderazgo por parte de la familia Benítez, hay que señalar que su resultado a partir de prácticas y habitus transnacionales, así como el capital social construido, a la par de liderazgo fuertemente politizados, muestran un reconocimiento y participación comunitaria dentro de una estructura social migrante. Sin embargo, se puede vislumbrar lo que para algunos autores como García Zamora (1999 y 2003) sostienen en la dinámica organizacional de los migrantes: mientras continúe la migración mexicana hacia Estados Unidos, nuevas asociaciones de base se incrementarán y se agruparán en nuevas organizaciones o se complementarán con las ya existentes, incrementando así sus vínculos hacia México y sus comunidades.



Notas

1 Doña-Reveco parte de cómo este cúmulo de teorías han venido ajustándose a los problemas económicos y sociales de la humanidad. Actualmente, el proceso de globalización ha traído consigo cambios en la composición de los flujos migratorios, principalmente a través de una diversificación de su origen, de la temporalidad de la migración y por la feminización del flujo migratorio. Estos cambios en la estructura de la movilidad internacional han sido relacionados tanto con el proceso de globalización como con el fin de la guerra fría, ya que, por una parte -en lo que se ha convertido un lugar común en los países receptores de inmigrantes, el aumento en la velocidad de los desplazamientos y las comunicaciones han facilitado la migración (Doña-Reveco, 2004: 4).

2 En la primera generación se encuentra la teoría de la economía neoclásica. En la segunda generación están enfoques como la nueva economía de la migración (NEM); teorías del mercado dual y de los sistemas mundiales.

3 Las estructuras estructuradas a las que se refiere Bourdieu (1988: 37 y 1999) son los principios generadores de prácticas distintas y distintivas, (por ejemplo, qué se come y cómo se come, los rituales y su manera de aplicarse en una fiesta, celebración, etc.), la manera de expresar sus prácticas difiere sistemáticamente del consumo o de las actividades correspondientes de la industria (masivo o general). Los habitus son también estructuras estructuradas que contienen esquemas clasificatorios, principios de visión y división de gustos diferenciados.

4 Es normal que los individuos en la distancia manifiesten ese sentimiento de nostalgia al separarse de su tierra natal, dado que por lo general, ese estado de ánimo va relacionado con el desplazamiento espacial y la separación del lugar y de los seres queridos (Hirai, 2009: 32-33).



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