El rock tsotsil: Estereotipos sobre otro modo de hacer música
Aquí la tentación del narcisismo es tanto más fascinante en la medida en que parece expresar la ley común: hacer como los demás para ser uno mismo.
Marc Augé (Los no lugares)
La delimitación de objetos de estudios no está exenta de la construcción unilateral y romántica de lo novedoso, de lo extraordinario, de lo que rebasa la cotidianidad, en síntesis, de lo exótico. En ese encuadre metodológico el observador, aún sin vincular la estructura del territorio simbólico, las historias de vida y las identidades colectivas, traza una serie de ejes de análisis arbitrarios que generan que el o los sujetos observados aparezcan ante quienes leen los trabajos académicos como personajes “únicos”, “extraordinarios”, “interesantes” y con cualidades construidas desde la otredad que brindan una serie de sorpresas al mundo occidental.
La delimitación de objetos de estudios no está exenta de la construcción unilateral y romántica de lo novedoso, de lo extraordinario, de lo que rebasa la cotidianidad, en síntesis, de lo exótico. En ese encuadre metodológico el observador, aún sin vincular la estructura del territorio simbólico, las historias de vida y las identidades colectivas, traza una serie de ejes de análisis arbitrarios que generan que el o los sujetos observados aparezcan ante quienes leen los trabajos académicos como personajes “únicos”, “extraordinarios”, “interesantes” y con cualidades construidas desde la otredad que brindan una serie de sorpresas al mundo occidental.
El rock hecho en Zinacantán2 no escapa a esta elaboración permanente de la construcción de lo “extraordinario” y ha sido definido
-como si el objeto de la investigación social fuera esecomo “rock étnico”, “rock indígena” o “rock folklórico”, como si se tratara de insinuar que el rock es patrimonio exclusivo del mundo occidental y que estos jóvenes están instalados en un integracionismo musical que enarbola la bandera étnica tanto para compartir su identidad a través de las canciones como para transformarla con la influencia de las industrias culturales. Si a esas vamos entonces los estudiosos y expertos en el tema en cuestión por qué no definen a Pink Floyd como “rock progresivo étnico inglés”, al Tri como “rock chilango clásico” o los Tex Tex como magníficos exponentes del “etnorock otomíe posmodernista”.
“De entrada, no estoy de acuerdo de llamarle rock indígena, ya que todas las manifestaciones culturales ya sea en términos de música, pintura y danza, de ninguna manera deben de llevar una etiqueta porque son expresiones y manifestaciones de gente que asume el sentido de lo que generan”, sostuvo Omar López Espinosa, antropólogo que dirige la Unidad Multidisciplinaria de la Universidad Intercultural de Chiapas, en el municipio de Oxchuc.
En este sentido, el problema de la definición del rock indígena es de fronteras culturales y la otredad científica en su afán de describir y explicar al objeto de estudio bajo toneladas de premisas teóricas y arbitrariedades metodológicas, aunadas a su particular percepción del rock como patrimonio occidental, soslayan que están ante un modo distinto de hacer música, con su propio estilo, su propia musicalización, su propia afinación (cuando se emplean instrumentos tradicionales) e incluso sus propios públicos y espacios.
Lejos de estas percepciones, existe en el abordaje metodológico en el análisis sobre las agrupaciones rockeras de los municipios de Zinacantán y Chamula, una marcada frontera cultural que propicia que los ejes de análisis partan de las visiones occidentalistas que se tiene del rock y que la principal etiqueta a analizar para posteriormente convertirla en estereotipo, aunque ese no sea el propósito sino el resultado de tal manera de enfocar los trabajos, sea la indígena, donde se vuelve un acto “prodigioso” que un joven tsotsil tome la guitarra eléctrica y comparta sus canciones en su idioma originario. “Si el que toca es Aerosmith o Van Halen entonces sí es rock y si toca un zinacanteco es rock indígena. Estas etiquetas son totalmente racistas”, afirmó Omar López Espinosa.
En esta sociedad agraria nos sorprende y llama la atención que exista un grupo de tzotziles que se hayan organizado y luchado por defender y difundir un estilo musical al que le denominan rock-fónico, que es una composición en su mayoría de música tradicional que deviene de la música indígena mezclada con el rock y la música clásica, sin alteración en la letra y ritmos tradicionales; lo tradicional se apropia de nuevos instrumentos y denota una composición contemporánea con tintes e influencia extranjeras, de lo que deriva una nueva música tradicional, como dice Damián Martínez: “se comparte el espíritu de la tierra zinacanteca por medio de tres metáforas musicales poniendo de manifiesto dos distintas emociones como lo alegórico y lo melancólico, sin perder el sentido espiritual de origen”. 3
El hecho de que “sorprenda” y “llame la atención” el que estos jóvenes toquen rock con influencia de música extranjera, refleja el afán de reconstruirlos como protagonistas de una nueva manera de ser que no encaja con lo que los investigadores normalmente esperan de ellos. ¿Es tan exótico ante los ojos de quienes investigan que un joven oriundo de Zinacantán requintee haciendo uso de un distorsionador? Si el joven en cuestión fuese de la Ciudad de México, Tuxtla Gutiérrez o de San Cristóbal de Las Casas, el hecho no sería digno de convertirlo en objeto de estudio, pero como lo hace un zinacanteco pareciera que eso le da el toque “folklórico” para darlo a conocer a la comunidad académica como algo único e irrepetible, ya que las manos que hacen un requinto son de un tsotsil.
Pareciera que quien o quienes analizan estos hechos sorprendentes se asumen como portavoces de una comunidad académica que se sorprende ante actos no propios de la concepción que se tiene de los que incursionan en territorios simbólicos catalogados como no propios. Si un mestizo o un extranjero, por el contrario, experimentaran con música de la que ellos denominan arbitrariamente como indígena, tal vez eso no sería un objeto de estudio sino un acto de experimentación propio de la evolución musical del intérprete. ¿Por qué no simplemente llamarle rock y punto? ¿Acaso las etiquetas garantizan publicaciones indexadas?
“Pareciera que nos hemos convertido en conejillo de indias por tocar en nuestro idioma originario”, sostuvo Julián Hernández, guitarrista del grupo Lumaltok al ser entrevistado en la cabina de radio de la Universidad Intercultural de Chiapas. Agregó que cargan con un estereotipo que genera que mucha gente vaya a verlos por curiosidad y no por el concepto musical que tienen. “Al cantar en tsotsil alguna persona que lo escuche dice ¡wow! ¿qué lengua es?” y esto bajo su punto de vista es parcial porque se valora más el sentido étnico que el interpretativo.
Según Ulises Fierro, hace 30 años hubiera sido impensable la existencia de un grupo indígena de rock que cantara en su propia lengua. Es más, pese a tocar con instrumentos eléctricos, no hubo una ruptura con su comunidad, pues la juventud ya se identifica con ellos. 4
“El rock es cultura y siempre ha pegado en todas partes del mundo hasta en el mundo indígena gracias a lo que estamos haciendo, y claro que no se puede denominar o etiquetar como rock indígena, ya que es un género universal, aunque gracias a esa etiqueta muchos se están acercando hacia ese género y permite que nos conozcan más”, afirmó Moisés Pérez Pérez, baterista del grupo Lumaltok.
En la investigación social, el sujeto que observa en teoría no debe ser ajeno al contexto y en el caso del análisis que se hace del rock producido en Zinacantán y en menor medida en el municipio de Chamula, éste se centra en buena medida en enfoques integracionistas, donde el término que prevalece es el de fusión. Pareciera como si el otro estereotipado como exótico se define con base en un etnocentrismo analítico musical que se adueña del análisis del rock y marca de paso una frontera cultural donde se tiene la percepción de que estos jóvenes estuvieran “explorando” territorios simbólicos ajenos.
Aun cuando los integrantes del grupo han tenido oportunidad de integrarse al mundo occidental, ha permanecido en ellos el espíritu antiquísimo de su cultura. En este sentido, los roqueros se convierten en re-creadores de prácticas culturales al codificar y decodificar el mensaje ancestral de sonidos y sus significados en ritos y mitos que sustentan la configuración y transmisión de los saberes a las nuevas generaciones. Podemos decir que en el arte musical se compendia su historia cultural, y a su vez, ésta nutre su proceso formativo. Los legados denotan un camino diferente para estimular el interés de los niños y jóvenes siguiendo la lógica de su propia cultura que puede ser aplicado a otros aspectos de la educación .5
Es evidente la percepción de que hay un mundo distinto -“moderno”al cual estos jóvenes han tenido la “oportunidad” (el término es muy claro en la cita anterior) de “integrarse al mundo occidental”. Esta dicotomía occidental/indígena que es citada, reproducida, legitimada y aceptada como tal, propicia que la incursión de estos jóvenes en el rock sea como un cuento de hadas en el cual viven en una burbuja mágica ancestral donde toman una guitarra, bajo y batería y cantan al mundo entero sobre su cultura ante la mirada sorprendida del investigador social o del periodista que pretende también tener vela en este entierro etnocentrista y de paso ponerle un toque rebelde, pero no me refiero a RBD sino a la asociación que se hace con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
De esta forma, Bill Haley, John Lennon, Ozzy Osbourne, Billy Joel, entre muchos otros, tienen ya émulos indígenas que con talento han generado una nueva variante de este ritmo: El Rock Indígena. Oriundo de esta zona en la que aún se siente la influencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), Damián Martínez, músico de corazón, ha impulsado, junto con otros grupos, el Rock Indígena. Ello fue patente el mes pasado en Zinacantán, donde por un momento los indígenas olvidaron añejos pleitos ideológicos y por la posesión del agua. 6
Es evidente que se soslaya en este tipo de análisis las historias de vida, las motivaciones individuales –o grupalesde tocar rock, de las rupturas generacionales, las viscisitudes que encuentran en el camino (incluidos los estereotipos provenientes de la investigación y la academia), la presencia de su cosmovisión en el momento de componer, la influencia de los medios de comunicación y las industrias culturales, la influencia de otras agrupaciones rockeras de diversos contextos, la presencia que van cimentando en otros lugares del país, la construcción de su sentido autonómico, su sentido de resistencia, la posición que toman ante diversas instituciones como la familia, la escuela, las iglesias o las autoridades tradicionales, su participación en movimientos sociales, su percepción sobre los usos y costumbres, etc. Incluso los mismos grupos perciben a estos dos mundos en sus espacios de expresión.
El rock indígena es una fusión del llamado “rock folclórico”, pues una fusión entre los ritmos propios de cada ritmo tradicional y adaptaciones con la música contemporánea, 7
La investigación y la academia han puesto su granito de arena para que estos jóvenes se asuman como representantes del rock indígena (una etiqueta al fin y al cabo que se viene repitiendo desde hace diez años) y como resultado de una fusión y experimentación con diversos ritmos y sonidos, atrayendo así también el toque “intercultural” a los análisis. Así, el mundo posible desde el análisis del observador se centra en el integracionismo musical; y desde la mirada de estos jóvenes en la reconstrucción y revitalización permanente de su cultura, aunque esto parece que sigue pasando desapercibido.
Los integrantes de Yibel J’metik Banamil (Raíces de la Madre Tierra) tienen la idea de fusionar. Valeriano García, vocalista y guitarra, dijo: “Queremos ver la posibilidad de hacer nueva música, siempre y cuando la raíz de nuestra cultura sea la que le dé sentido. Deseamos explorar qué posibilidades tiene la música tradicional para ofrecer un sonido nuevo. La música alegra el alma, el espíritu, porque cada nota penetra en el corazón, hasta de las personas más duras. Nos hace reflexionar sobre la vida, la cual hay que disfrutarla a través del amor, y sobre la muerte. Si se tiene amor se comparte con los demás, es como el agua y la tierra. 8
Pareciera que esa civilización negada de la que insistía Bonfil Batalla (1987) intenta ser explicada desde la construcción de un esencialismo que narra la relación entre un integracionismo musical que describe la apropiación de instrumentos considerados como occidentales para hablar desde la cultura “autóctona” con procesos de transformación cultural.
El rock indígena como tal se deriva de varias fusiones musicales, entre la música occidental y otros géneros, como el blues y el reggae. Al surgir este modo de expresión musical se retoman instrumentos tradicionales e ideas propias de la cultura como la lengua oral. El rock indígena, es como una mezcla de lo que es la música occidental con lo tradicional, es una fusión que nosotros expresamos, digamos un poco en nuestra propia cultura como es Zinacantán y San Juan Chamula ya convirtiéndolo a música como occidental, tienen influencias de rock occidental, Nirvana o algo así (…), señaló Alfredo de la Torre, guitarrista de Yi´bel Jme´tik Banamil. Como bien menciona, Eduardo Gómez Gómez, catedrático bilingüe de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH), “Sin duda alguna, el lenguaje musical es universal, la mezcla de sonidos e instrumentos llevan consigo un mensaje de resistencia y expresión según sea el género, además de un rescate cultural. El rock indígena es una corriente a partir de una resistencia por mantener, por conservar las lenguas y las culturas indígenas […], claro de sus cambios que va teniendo y a la vez de las expresiones que ellos mencionan o dicen en las letras de sus canciones. 9
En estos procesos no solamente se describe, se hacen categorías arbitrarias, se buscan explicaciones desde el re-descubrimiento de lo “étnico” en el rock, donde se insiste hasta la médula que estos músicos “adaptan” canciones y ritmos que no son los suyos y que se presentan en vivo a la usanza indígena.
Sak Tzevul crea la letra de sus canciones, las adapta y traduce al tzotzil. En los conciertos los integrantes se presentan con la ropa típica zinacanteca (sombrero de paja con cintas multicolores, camisa y calzón de manta, una especie de capa multicolor y huaraches al estilo azteca); asimismo, preparan el escenario con la representación de un ritual maya en el que usan pitos, tambores, sonajas y caracoles. 10
Los análisis presentan a sujetos divididos entre la modernidad y el encapsulamiento cultural, entre la identidad rockera y la identidad étnica, entre el empoderamiento y la subalternidad, entre la condición humana y una fantasía denominada como “esencia étnico rockera”. Bonfil Batalla (1987:11) sostiene que los pueblos del México profundo crean y recrean continuamente su cultura, la ajustan a las presiones cambiantes, refuerzan sus ámbitos propios y privados, hacen suyos elementos culturales ajenos para ponerlos a su servicio, reiteran cíclicamente los actos colectivos que son una manera de expresar y renovar su identidad propia.
“No hay nada diferente, tocar rock no te quita lo tsotsil, no te quita lo original que eres y esto lo traes tatuado en el corazón, no lo puedes sacar”, sostuvo Juan Javier Pérez Pérez, baterista de Yibel J’metik Banamil. Para él su música es un modo de reivindicar su cultura y no un cliché impuesto desde otros contextos. “La modernidad te aplasta si no reaccionas y nuestra música es un modo de decir aquí estamos y lo hacemos apegados a nuestra lengua y elementos culturales”, enfatizó.
En efecto, una buena parte de las canciones de este grupo están compuestas íntegra o parcialmente en éste idioma junto con el español. Además de estos idiomas se han incluido en sus composiciones letras en otras lenguas indígenas como el tzeltal o el tojolabal. Precisamente, Sak Tzevul nace también como un proyecto para llevar al ámbito de la música rockera, las lenguas nativas que no habían tenido acceso, hasta ese momento, a este tipo de manifestación musical. En este sentido, Sak Tzevul es una banda pionera en el reconocimiento del valor de las lenguas nativas no sólo de México, como vehículo de expresión artística moderna. Sak Tzevul fue creado en 1996 por Enrique Martínez, Otto Anzures y Damián Martínez, este último es el compositor de la mayoría de los temas que interpretan. Desde su fundación Sak Tzevul ha ido en ascenso, cada vez mejor conocido dentro del ámbito musical dentro y fuera del Estado. 11
Para Sergio Omar Pérez, bajista de Lumaltok, la música que toca representa otra etapa de la historia del rock chiapaneco, da un nuevo sentido tanto a quienes tocan en idioma tsotsil, a las instituciones que divulgan este tipo de eventos, a otros grupos que tocan en castellano que tienen ante sí a otra forma de hacer música y a los públicos que asisten a sus conciertos. “Somos músicos que damos a conocer cosas de nuestra cultura y no inditos que juegan a ser roqueros. Nuestra raíz es la propia cultura”, puntualizó.
La música y el rock son las expresiones culturales desde donde queremos mirar las diversas realidades sociales. Son un discurso que en las últimas dos décadas en Chiapas en general y en San Cristóbal de Las Casas en particular ha ido construyendo posiciones que se quieren críticas para hacer conscientes asimetrías e injusticias sociales o la irresponsabilidad ambiental. Desde allí, desde los hacedores de la música, desde quienes la crean e interpretan, hay un discurso que pretende dimensionar la exclusión del mundo indígena, la “destrucción de la madre tierra” o verbalizar el “ecocidio”. Se enfatiza en pro del pacifismo y en contra de procesos de militarización. Así, tenemos una especie de revival étnico desde el rock, un género que, aunque resignificado localmente, es uno de los grandes hitos de la cultura de masas, de la industria cultural y de la globalización de buena parte del siglo XX y del nuevo milenio. Porque hablar de los indígenas no es una cuestión de moda, hay más fondo, mira: pese a que varias identidades culturales de México se hayan fusionado con Occidente, continúan vivas muchas tradiciones que ejercemos y manifestamos a diario, tienen un origen ancestral, el modo de ser mexicano nos viene de aquella nuestra Primera raíz, y es indígena. 12
No se está reconociendo una vinculación histórica en esta manera de hacer rock, ¿cómo comenzó el rock zinacanteco, qué muestra de sus raíces, de su historia, de sus tensiones, contradicciones, complejidades, transformaciones, escenarios, de sus continuidades y hasta de las acusaciones de músicos tradicionales sobre que venden su cultura? No basta decir, se “adaptan” a la música rock occidental, se visten con trajes típicos, ponen incienso en el escenario, y cosas de ese tipo. ¿Qué se dice de su participación en la promoción de un sentido de resistencia y, por el contrario, por qué se insiste en su desindianización por el simple hecho de tocar un género que no es originario de su municipio?
Para los integrantes de Yibel Jme’tik Banamil, el rock y la música tradicional indígena no sólo se complementan en cuanto a lo musical sino que pueden ser integradas en lo cultural como expresión contemporánea de la juventud indígena. En este rumbo, algo se está transformando en las culturas de estos pueblos originarios y lo sobresaliente es que son los jóvenes quienes encabezan estas transformaciones y ante esto los otros los siguen y así van surgiendo más agrupaciones, reafirmando el gusto por la música. 13
Sobre estas transformaciones, el escritor Javier Molina, apuntó en La Jornada:
Los jóvenes de San Juan Chamula abrieron el concierto. Interpretaron música tradicional, o bien, “otro tipo de rock”, como la llaman ellos. “A partir de ella hacemos recreaciones, utilizando los mismos instrumentos; lo que cambia es el ritmo, el tiempo, la forma; cambia todo.” Es la antigua semilla que ahora se renueva, de acuerdo con los tiempos actuales. 14
Otro tipo de rock es una afirmación que describe a cabalidad las preferencias musicales de estos jóvenes que compiten en calidad tanto en interpretación como en contenidos, con otras agrupaciones chiapanecas y nacionales. Y haciendo un apunte extra al respecto, las agrupaciones rockeras de Zinacantán y de Chamula, no tocan covers y la mayor parte de las bandas de Tuxtla Gutiérrez si lo hacen.
La música y el rock son las expresiones culturales desde donde queremos mirar las diversas realidades sociales. Son un discurso que en las últimas dos décadas ―en Chiapas en general y en San Cristóbal de Las Casas en particular― ha ido construyendo posiciones que se quieren críticas para hacer conscientes asimetrías e injusticias sociales o la irresponsabilidad ambiental. Desde allí, desde los hacedores de la música, desde quienes la crean e interpretan, hay un discurso que pretende dimensionar la exclusión del mundo indígena, la “destrucción de la madre tierra” o verbalizar el “ecocidio”. Se enfatiza en pro del pacifismo y en contra de procesos de militarización. Así, tenemos una especie de revival étnico desde el rock, un género que, aunque resignificado localmente, es uno de los grandes hitos de la cultura de masas, de la industria cultural y de la globalización de buena parte del siglo XX y del nuevo milenio (Ascensio y López, 2012:707).
“Creo que tendría que ser vista como una nueva forma de expresión musical sin ninguna etiqueta. Que se hable en tsotsil o tseltal no implica que las cosas tengan que llevar por sí mismas ese sello. Son músicos que están respondiendo a su interés de creación y a través de la música recrean su mundo cotidiano. Es evidente que tienen diversas influencias musicales pero ya le están dando un toque diferente”, enfatizó Omar López Espinosa.
La importancia de la libertad de expresión y la manifestación cultural de los pueblos indígenas y no indígenas ante una sociedad globalizada, es fomentar y contribuir en la preservación y difusión de los valores ancestrales, ya sea: lengua, rezos, cuentos, mitos, leyendas expresadas a través del lenguaje musical. Tal como lo hace la propuesta de Yi’bel Jme’tik Banamil. 15
Esta manera de hacer rock está revitalizando la cultura tostsil, está fortaleciendo el idioma originario, está promoviendo un sentido de autonomía, tiene un sentido contestatario, difunde un pensamiento ecológico, está fortaleciendo sus espacios de expresión gracias a su vínculo con la comunicación alternativa, narra diversas historias de vida, fomenta el interés de otros jóvenes por dedicarse a la música, entre muchos aspectos más que hacen que las etiquetas se queden cortas.
No obstante la importancia social del rock como música de masas, en México todavía representa un tema en el que aún tiene que discutirse y analizarse el entorno cultural donde se desenvuelve. En general, no existe un interés real por visibilizar la música más importante de las juventudes del mundo, por eso siempre se deben encontrar las posibilidades de incentivar la apertura de su discusión (Zebadúa, 2011:13).
Consideraciones finales
El tratamiento que se da en ciertos análisis al rock que se hace en Zinacantán marca fronteras culturales entre el investigador y los sujetos de estudio; hace falta un sentido humanista en el abordaje metodológico en el tema y dejar de lado los estereotipos que se han venido gestando desde el surgimiento de esta forma peculiar de hacer rock.
Estos estereotipos propician que estos jóvenes sean percibidos como “conejillos de indias” que están dando una “sorpresa” al mundo académico tocando rock, olvidándose de cultivar sus milpas, cuidar sus huertos o sus viveros: los han convertido en personas endoculturizadas que hacen cosas que no son propias de su cultura.
Si el rock tiene un carácter universal, entonces ¿para qué estereotiparlos? Los adjetivos sobran y su uso no explica prácticamente nada; lo importante bajo mi punto de vista académico y musical, es que ellos hablan de cosas propias de su cultura y las desarrollan bajo su peculiar estilo. Salud por el rock hecho por los tsotsiles para todo aquel que los quiera escuchar sin prejuicios.
Referencias
notas