La peregrinación de la virgen Corazón de María como práctica de territorialidad en el ejido Francisco Sarabia, Comitán de Domínguez, Chiapas

The pilgrimage of the Virgin Corazón de María as a territorial practice in the ejido Francisco Sarabia, Comitán de Domínguez, Chiapas

Antonio de Jesús Nájera Castellanos anajera@unich.edu.mx Unidad académica multidisciplinaria- Las Margaritas, Universidad Intercultural de Chiapas Las Margaritas, Chiapas, México

DOI: https://doi.org/10.31644/IMASD.29.2022.a06

Recepción: 28 de marzo 2021 Aceptación: 21 de septiembre 2021 Publicación: 01 de febrero 2022

Resumen

El presente artículo aborda las prácticas simbólicas que mantienen poblaciones rurales en la región XV, Meseta Comiteca Tojolabal, del estado de Chiapas a partir del estudio etnográfico entre pobladores del ejido Francisco Sarabia en torno a la peregrinación que realizan en honor a la virgen Corazón de María, misma que culmina en la zona arqueológica de Tenam Puente. Este estudio juega un papel importante en la configuración actual de la apropiación de los territorios indígenas y campesinos en pleno siglo XXI, puesto que es de las pocas experiencias en Chiapas en donde poblaciones rurales hacen uso de estos espacios institucionalizados (zonas arqueológicas) para la realización de rituales con sentido agrícola. La ruta metodológica que guió el trabajo de investigación que aquí se presenta, tiene sus bases en la investigación cualitativa, particularmente desde la etnografía, al elaborar un registro descriptivo-interpretativo de la peregrinación que realizan los pobladores del ejido.

Palabras clave: Ritualidad; Territorio; Pueblos indígenas; Arqueología, Etnografía

-Abstract-

This article addresses the symbolic burden that rural populations maintain in the XV Meseta Comiteca Tojolabal region of the state of Chiapas based on the ethnographic study among residents of the Francisco Sarabia ejido around the pilgrimage they carry out in honor of the Virgin Corazón de María, same that culminates in the archaeological zone of Tenam Puente. This study plays an important role in the current configuration of the appropriation of indigenous and peasant territories in the XXI century, since it is one of the few experiences in Chiapas where rural populations make use of these institutionalized spaces (archaeological zones) for the realization of rituals with an agricultural sense. The methodological route that guided the research work that is presented here is based on qualitative research, particularly from ethnography, when developing a descriptive-interpretive record of the pilgrimage carried out by the residents of the ejido.

Keywords: rituality; territory, indigenous peoples; Archeology; Ethnography.

Los Altos Orientales de Chiapas y el legado histórico de Tenam Puente entre los pueblos de la Meseta Comiteca Tojolabal

En el ámbito arqueológico, la región de estudio está conformada “por diferentes sitios que comparten rasgos culturales y temporales comunes, entre ellos Hun Chabin y Tenam Puente, en el municipio de Comitán; Pueblo Viejo en Tzimol, Chinkultik, Tenam Rosario, Sachana y Lagartero ―junto a los Lagos de Colón― en La Trinitaria y Cerro Nahlem en Las Margaritas” (Navarrete, 2001:31, en Ruíz, 2007: 42). Una región con una diversidad de espacios o conjuntos habitacionales arqueológicos con particularidades importantes que han dejado un legado histórico a las poblaciones de la Meseta Comiteca Tojolabal hasta nuestros días.

De esta manera, Tenam Puente ha sido catalogado como “un centro cívico militar, se localiza a 13 km al suroeste de la ciudad de Comitán, sobre una serie de colinas que se elevan moderadamente a una altitud que oscila entre los 1600 y 1700 msnm y que sirve de límite sur al valle de Comitán, esta cadena funciona además como barrera natural que divide a la tierra caliente (Depresión Central) de la tierra fría (los Altos Orientales)” (Laló y Alor, 1998:827), además, este sitio permitió a las civilizaciones que las habitaban “participar en las rutas comerciales establecidas en dichas áreas” (Laló, 2001:553). La toponimia de la zona arqueológica se compone particularmente de Tenam una voz náhuatl, Tenamitl que bien podría traducirse como “fortificación” o “cerca o muro de ciudad” (Thouvenot, 2014) y la denominación Puente que proviene del nombre de la antigua finca El Puente.

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Tenam Puente adquirió gran relevancia como centro rector en los valles comitecos, dicha importancia sienta sus bases en los múltiples hallazgos arqueológicos que se han logrado identificar, puesto que, como afirman Laló y Alor:

“la zona nuclear del sitio se compone de poco más de 80 estructuras, la mayor parte de estos edificios y los más importantes se localizan en lo que hemos denominado como Acrópolis…tres juegos de pelota fueron construidos en este gran conjunto arquitectónico, dos de ellos contiguo y dentro de la Acrópolis, uno más ubicado en una plaza abierta frente a la gran plataforma del primer nivel…aunque las primeras ocupaciones humanas en el sitio aún no están claramente definidas, es posible remontar sus primeros ocupantes al periodo del Clásico Temprano. Así lo parece demostrar el entierro cuyas ofrendas cerámicas coinciden en cuanto a forma, al estilo teotihuacano del Centro de México, remitiéndose alrededor del 500 DC…la mayor parte de los edificios hasta ahora intervenidos (10 en total), muestran una evidente ocupación del Clásico Tardío y Postclásico Temprano… es durante el Clásico Tardío cuando ocurre la mayor ocupación dentro de la región e incluso en la vecina Depresión Central, en el caso de Tenam coincide también con un gran desarrollo arquitectónico y monumentos esculpidos” (1998:828).

Es decir, la incidencia territorial que tuvo Tenam sobre los valles de Comitán de Domínguez demuestran el grado de participación de este asentamiento en la vida política, social, cultural y religiosa en esta región.

Una de las prácticas culturales más importantes que se continuó entre los habitantes de este lugar que ahora se conoce como el ejido Francisco Sarabia, fue la elaboración de alfarería, una práctica que hasta hace un par de décadas se incluía como parte de los ingresos familiares de aquellos que continuaron desarrollando las técnicas antiguas. En localidades tojolabales del municipio de Las Margaritas, se rememoran la importancia de las vasijas de barro que provenían del ejido Francisco Sarabia, que se caracterizan como utensilios de buena calidad y resistencia. Sin embargo, en la actualidad son pocas las personas que mantienen esta práctica, cuyos productos son vendidos en el mercado municipal de Comitán de Domínguez o bien los conocedores del tipo de alfarería elaborada en el ejido Francisco Sarabia buscan precisamente a los hacedores para encargar las piezas que necesitan, como ollas para cocer frijoles, ollas de mayor tamaño para la elaboración de atole, comales y diversidad de vasijas de múltiples dimensiones.

De la Hacienda El Puente al ejido Francisco Sarabia

Los pobladores del actual ejido Francisco Sarabia consideran que los primeros habitantes eran parte de grupos de tojolabales que poblaron dicho espacio, por ello los orígenes del actual ejido se remontan a la Hacienda El Puente que de acuerdo con Pulido era “propiedad de alemanes que por motivos ignorados abandonaron la ciudad, dejándosela a su apoderado y administrador Enoch Ortiz, quien la hizo producir y la disfrutó hasta que por motivos agrarios la vendió al gobierno, convirtiéndola éste en la colonia Francisco Sarabia” (2000: 220). Por otra parte, Laló plantea que “aunque los trámites para la dotación de la tierra habían iniciado en el año de 1937, no fue sino hasta el 14 de agosto de 1945 cuando finalmente se publicó el decreto expropiatorio a favor del nuevo ejido” (2005: 28) y además, apuntamos un dato que resulta interesante para el desarrollo del análisis en el texto, al mencionar que “de acuerdo con la tradición oral fue en ese año [1945] y un 22 de agosto, cuando el propietario regaló la virgen a los pobladores al constituirse en ejido” (Laló, 2005:30).

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Si bien las primeras generaciones de pobladores del actual ejido se consideran de filiación tojolabal, conviene traer a la discusión que las generaciones de abuelos trabajaron como peones acasillados para los finqueros de la región y, en consecuencia, la práctica de la visita a lugares sagrados como cuevas, ojos de agua, cerros y demás espacios considerados sacros, fueron negados por los patrones. Puesto que “el papel jugado por las fincas fue determinante en la conformación socio-económica del actual territorio chiapaneco… la finca no era sólo lo contenido en su marco territorial, no era nada más un espacio productivo sino también ideológico, trascendió sus límites geográficos al conformar en varias zonas ese mundo cultural que hoy en Chiapas se conoce como “ladino”, y al ayudar incluso en otras, a veces, a recrear buena parte de las tradiciones de raigambre indígena colonial, cuando los integrantes de las comunidades se refugiaron –por grado o por fuerza– dentro de sus fronteras” (Ruz, 1988 en Gómez y Ruz, 1992:17)

Aunque los orígenes de los tojolabales aún son inciertos, los múltiples estudios tanto en el ámbito etnológico (Ruz, 1990), como lingüístico (Lenkersdorf, 1986), ponen de relieve la importancia que tiene en este grupo etnolingüístico las peregrinaciones a lugares considerados como sagrados, si bien Ruz plantea que con el fin del periodo finquero (es decir con el reparto agrario y la constitución de los ejidos), las visitas a lugares sagrados o peregrinaciones se realizaron con mayor énfasis entre la población tojolabal debido a la naciente “libertad” en la que se encontraron los pobladores, sin embargo, de esta manera la dimensión sagrada entre los tojolabales se concretiza particularmente desde la ritualidad a partir de espacios naturales y sagrados que de alguna manera buscan mantener en equilibrio las fuerzas que integran la vida cotidiana de los sujetos (Nájera, 2006).

Es decir, estos pueblos siguiendo la tradición ritual mesoamericana han logrado la permanencia de vincular los espacios como territorios sagrados, donde todo está en relación, se trata de coexistencias. El territorio y particularmente los espacios sagrados “siempre son relaciones, son vínculos y, en consecuencia, la consigna vital está en la búsqueda del equilibrio, del nuevo equilibrio como renovación de las intensidades y los sentidos en los lazos vitales” (Limón, 2012: 43).

Territorio como espacio simbólico a partir de la peregrinación de la Virgen Corazón de María

El juego de la pertenencia, los rasgos y prácticas de identificación entre los sujetos se convierten en ejes que permiten abordar la territorialidad y comprenderla como “la acción de significar un lugar y con ello, proteger, ratificar, defender, marcar, generar costumbres, prácticas y usos por un sujeto individual o colectivo” (Avendaño, 2010: 15). Los espacios desde donde se construye la identidad de los habitantes del ejido Francisco Sarabia, nos conduce a abordar la concepción de territorio como el “espacio natural culturalmente apropiado por la sociedad humana: el territorio sería el espacio apropiado y valorizado –simbólica y/o instrumentalmente– por los grupos humanos” (Giménez, 2000: 90), y además, resulta necesario agregar que el territorio es ”también objeto de operaciones simbólicas y una especie de pantalla sobre la que los actores sociales (individuales o colectivos) proyectan sus concepciones del mundo” (Berruecos, 2012: 54). El espacio territorial que han asumido como propio los lugareños se vincula precisamente a la herencia del espacio, producto de la lucha de abuelos y abuelas de los actuales ejidatarios.

La identidad de los habitantes del ejido Francisco Sarabia con su propio territorio implica un fuerte sentimiento de apego y pertenencia a su espacio sociocultural, que implica vínculos con el contexto material, como es la tierra, el agua y el monte (recursos naturales), pero también aspectos simbólicos que tienen que ver con la forma en la que se apropian de la tierra, la naturaleza, las relaciones familiares y comunitarias por ello Porto Goncalvez sostiene que “el hombre es un animal simbólico y, en ese sentido, sus relaciones entre sí y con la naturaleza son mediadas por los significados que crea y dirigen sus prácticas” (2008:65) lo que particularmente se observa en la resignificación de la peregrinación.

La madre tierra o la nantik lu´um k´inal, continúa siendo un elemento sumamente importante en la vida de cada una de las familias, se trata de la dadora de vida, del fruto que los alimenta y los mantiene, el maíz. Sin embargo, la incorporación de elementos de culto religioso católico como es el caso de la virgen Corazón de María, ha permitido generar procesos de cohesión social y, en consecuencia, reapropiación de espacios territoriales que han sido considerados sagrados y de importancia colectiva.

La peregrinación en honor a la Virgen Corazón de María, por acuerdo de los pobladores, se realiza un domingo antes del 22 de agosto, pues esta última fecha coincide con la fecha en que el dueño de la finca obsequiara la virgen a los recién consolidados ejidatarios (Laló, 2005). El trabajo de campo se realizó a lo largo del 18 de agosto de 2019, sin embargo, los preparativos se iniciaron desde un día antes para que, desde muy temprano, se alistara la imagen de la virgen haciendo un jacal movible, adornándolo con flores silvestres en la que destaca el jutuz1 o flor de mayo (plumeria rubra) y flores cultivadas como rosas, girasoles y crisantemos. De alguna manera, la ritualidad de esta práctica se inscribe en lo que plantea Ruz al mencionar que “el universo tojolab´al reivindica como primordialmente suyos los espacios geográficos que recuperó de las antiguas fincas...[de esta manera] el abandono de los centros tradicionales de asentamiento no significó, en modo alguno, la renuncia a los patrones culturales forjados con la herencia americana y la europea” (Gómez y Ruz, 1992:18-19).

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1 Nombre local que se le asigna a la plumeria rubra L.

La peregrinación la componen particularmente católicos del ejido, participando hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas, quienes hacen el recorrido a partir de una organización característica, especial, sobretodo porque manifiestan la forma simbólica para las peticiones vinculadas a la agricultura. De esta manera, los primeros sujetos que aparecen en el contingente son los “coheteros” quienes se encargan de quemar cohetes cuyo sentido figurado simboliza el trueno, el rayo, la preparación de la lluvia; seguido se encuentra la cuadrilla de tamboreros quienes van tocando los tambores y la flauta de carrizo ofreciendo las melodías a lo largo del caminar del contingente, los sonidos generados por los tambores se considera la lluvia que cae sobre los cultivos; el tercer bloque importante lo compone la imagen de la virgen Corazón de María, las banderas que representan los hogares en donde se espera caiga la lluvia y las mujeres, niños y niñas en la parte central del contingente como espacio de fertilidad.

Alrededor de las nueve de la mañana el contingente se prepara para alistar su salida hacia el recorrido que hará la peregrinación hasta Tenam Puente. La caminata inicia en el templo religioso católico del ejido, cargando la imagen de la virgen en una estructura de madera adornada con flores y acompañada por música tradicional de tambor y flauta de carrizo, incluyendo las banderas de romería, es decir, aquellas banderas que dentro de la vida ritual tojolabal se consideran “banderas mayores” y “banderas menores”.

El contingente camina hasta la zona arqueológica sobre la carretera asfaltada que conecta el ejido con Tenam Puente. Las cuadrillas de coheteros y tamboreros son quienes encabezan la peregrinación, seguidos por los abanderados, rezadores y la imagen de la virgen. Cuando han arribado a la zona arqueológica el contingente bordea las estructuras por el lado sur, hasta llegar al Edificio 14 ubicado en una de las áreas más altas de la Acrópolis.

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En la plaza D, el contingente hace una parada para acomodar el nicho en el que transportan a la virgen y prepararse para acercarse a la plaza B de la Acrópolis. Una vez que han cruzado la plaza D, el contingente se acerca al Edificio 14, que es el punto principal a donde han de llegar los peregrinos y la virgen Corazón de María. Frente al Edificio 14 se encuentra un árbol de shinil (Quercus polymorpha Benth) al que le dan tres vueltas en sentido contrario a las manecillas del reloj para enseguida dejar descansar el nicho que contiene la virgen frente al edificio antes mencionado, se reza un rosario por todos los participantes a la par que tamboreros y coheteros esperan el fin del rezo.

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Una vez terminado el rosario, los principales suben a la plataforma del Edificio 14 con las banderas “mayores” en donde se encuentra una cruz de madera misma que se encuentra adornada con flores como el laurel (Litsea glaucescens Kunh). Junto a la cruz se asienta el nicho que contiene a la Virgen; al pie del edificio, los principales y la comitiva que integran el comité encargado de la peregrinación, encienden velas y veladoras sobre juncia (Pinus oaxacana Mirov) que ha sido esparcida previamente, aunado a ello se hace un rezo especial vinculado principalmente a la solicitud de tener una temporada agrícola benéfica para el ejido (lluvias y cosechas abundantes). Un dato especial durante este rezo es la bendición del tzenam (especie de bromelia de uso ceremonial, medicinal y de protección simbólica) y velas que han de ser ofrendadas, con una carga simbólica importante, en los puntos que consideran los principales como de suma importancia, hasta hace unos años se identificaban 26 puntos y actualmente se enciende un par de velas y un par de tzenam a únicamente nueve puntos principales distribuidos alrededor del Edificio 14.

Sin embargo, el proceso ritual no se culmina con la llegada de la virgen al Edificio 14, sino que la música juega también un papel importante, pues las cuadrillas de tamboreros y carriceros continúan tocando al pie del árbol de shinil y, además, a un costado de éste, se instala una marimba que toca múltiples sones para alegrar la visita y acompañar a todos los asistentes que han llevado alimentos y bebidas para compartir y recrearse en un espacio de fiesta y compartencia, como lo plantea Jaime Martínez Luna (2010).

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La convivencia familiar y comunitaria juega un papel importante en la celebración del recorrido ritual que realizan los pobladores, pues se ponen de manifiesto procesos con los que se asumen los espacios institucionalizados (zona arqueológica) como elementos simbólicos, identitarios y epistémicos, que permiten comprender que el tejido social se construye a partir del reconocimiento de los espacios que se consideran colectivos y con una intencionalidad sagrada, dando con ello un sentido al quehacer cotidiano.

Conclusiones

El binomio sociedad-ambiente pone de manifiesto la importancia de la interpretación simbólica que los sujetos hacen en torno al espacio y al tiempo en el que cotidianamente construyen su vida. Si bien, la ritualidad de los pueblos indígenas representan de alguna manera la continuidad de prácticas ancestrales vinculadas al reconocimiento y reafirmación de la dualidad espacio-tiempo, puesto que el territorio ancestral es interpretado entonces “como el eje de la reproducción material, social y cultural del grupo” (Lerma, 2017: 2). Por ello, resignificar el territorio como proceso de territorialización lo convierte en una experiencia hierofanizante2 que permite apropiarse simbólicamente de los territorios que han sido parte de la identidad colectiva. Aun cuando lo encontrado por Laló al mencionar que “en los registros fotográficos de los años 30 del edificio 14, en dichas tomas no se observa la existencia de alguna cruz de madera. Tampoco los reportes de los diferentes investigadores que estuvieron en el sitio mencionan algo referente a la festividad. Los informes de los inspectores de monumentos prehispánicos en los años 30 mencionan “la existencia de algunas cuevas con cruces” (2005: 30), pero ninguno habla sobre procesión alguna en el sitio, es decir, si bien la visita a la zona arqueológica parecería que se inicia a partir de la segunda mitad de la década de los 40s, de alguna manera la peregrinación en honor a la virgen Corazón de María se convierte en una oportunidad de apropiación y sacralización del espacio en la zona arqueológica desde los propios sujetos, lo que los conduce a construir nuevas territorialidades simbólicas y materiales.


2 La hierofanía la podemos entender como “la forma en que se manifiesta lo sagrado a partir de algún elemento que sin ese atributo sería común” (Lerma, 2017: 2).

De esta manera, la territorialidad simbólica adquiere sentido entre los habitantes de Francisco Sarabia, pues esta territorialidad se articula como “las representaciones culturales elaboradas por los pueblos acerca de su espacio. Destaca la distinción entre lugares sagrados y profanos que permite regular la reproducción de prácticas heterogéneas según la significación y utilidad que les es otorgada” (Lerma, 2017: 3), puesto que la cruz y el edificio 14 cobran sentido en función de la relación dialéctica que se establece entre el espacio y los sujetos a través de la renovación cíclica concretada en los rituales anuales, uno de ellos, la peregrinación de la virgen.

El territorio constituye un espacio con una carga simbólica importante, pero más aún se convierten en etnoterritorios que reactivan la memoria y se convierten en instrumentos para reclamar los derechos territoriales dentro de los estados nacionales en los que se encuentran (Barabas, 2004), es decir, para el caso de los habitantes de Francisco Sarabia, a través de la peregrinación en honor a la virgen Corazón de María se construye una re-territorialización del espacio físico, en este caso la cruz, el edificio 14 y en sí la zona arqueológica se convierte en lo que Barabas (2003) ha denominado como ética del don referenciada por un “conjunto de concepciones, valores y estipulaciones que regulan las relaciones de reciprocidad equilibrada entre personas, familias, vecinos, autoridades y comunidades en todos los campos de la vida social: el trabajo, el ciclo de vida, la fiesta, lo político y lo sagrado” (Barabas, 2004: 146). Es decir, el cumplimiento del don implica obtener bienestar y equilibrio en la vida de los sujetos participantes y de la comunidad en su conjunto, por ello, las ofrendas y las peticiones establecen una alianza entre las deidades y los sujetos con relación al territorio y con especial atención en la solicitud de una producción agrícola buena como sustento de vida.

La territorialización que los peregrinos del ejido hacen con relación a la zona arqueológica de Tenam Puente y en especial al edificio 14, pone de manifiesto su importancia a nivel espacial y social que tiene el espacio y, además, visibiliza el entramado de relaciones que se establecen antes, durante y después de la peregrinación, ya que esta práctica se comprende como el lado vivido del territorio con una carga histórica importante. Por ello, hablar de la territorialidad hace referencia a la vida cotidiana de los habitantes del territorio, a sus múltiples relaciones en el trabajo y fuera del trabajo, sus relaciones familiares, sus relaciones con grupos sociales o religiosos, sus relaciones con las autoridades en sí y con sus habitus particulares (Restrepo, 2005).

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