Estas “aberturas”, como las considera Eliade (1981), han sido interpretadas desde diversas miradas. Una de ellas es que éstas introducen a lo sagrado, que se ubica dentro de una de las múltiples realidades que manifiesta lo humano en cuanto su vivir espiritual, en torno a algunos espacios naturales y prácticas devocionales. El Mundo se deja captar en tanto que mundo, en tanto que Cosmos, en la medida en que se revela mundo sagrado, es lo real por excelencia. Estamos íntimamente conectados con la fuente de toda la vida. De esta manera, “la conciencia surge solo cuando el entender es captar patrones comunes” (Grinberg, 1976, p. 129). Hablar de esto es soltar la certidumbre, dice Maturana (1996), es un cambio de mirada. Encontrarse en el lugar sagrado es encontrarle un sentido relacional al vivir, continuar teniendo fe en el ser humano, en una especie de poética espiritual del vivir. Es la realización de la continua producción de sí mismo lo que nos hace “ser vivo”. De ahí que, según Maturana, no hay una realidad, sino que vivimos múltiples realidades, y cada una de ellas surge como coherencia de la experiencia. Generamos un mundo de coherencias conductuales, por tanto, el mundo creado no es arbitrario, cada uno reproduce un mundo con su vivir. Cada uno es el centro del cosmos. De esta manera, la conciencia es un “darme cuenta”, un “ver”, como la experiencia espiritual, que es una ampliación de conciencia, de pertenencia a un ámbito mayor. En la producción musical del rito, lo que realmente “conmueve” a quienes escuchan es el contenido humano de los sonidos humanamente organizados… De una manera muy parecida con la que las ondas magnéticas conducen una conversación telefónica de un hablante a otro. (Blacking, 2003, p. 150). Los términos musicales son los de su sociedad y su cultura, así como los de los cuerpos de los seres humanos que los escuchan, crean e interpretan. (Blacking, 2006, p. 13).
Bastide, R. (2005). Memoria colectiva y sociología del bricolaje. En, G. Giménez (Ed.). Teoría y análisis de la cultura (pp. 131-157). Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Coahuilense de Cultura.
Blacking, John (2003). ¿Qué tan musical es el hombre? en Desacatos, 12, Otoño, pp. 149-162.
Blacking, John (2006). ¿Hay música en el hombre?. Alianza Editorial.
Bruner, J. (2002). La Fábrica de Historias. Derecho, Literatura, Vida. Fondo de Cultura Económica.
Cassigoli, R. (2011). Morada y memoria. Antropología y poética del habitar humano. Gedisa, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas.
Eliade, M. (1981). Lo sagrado y lo profano. Guadarrama/Punto Omega.
Ferrarotti, F. (2007). Las historias de vida como método. Convergencia, 44(14), 15-40.
Galeano, E. (2001). Las palabras andantes. Catálogos S.R.L. de Buenos Aires.
Grinberg Zylberbaum, J. (1976). Más allá de los lenguajes. Trillas.
Maturana, H. (1996). El sentido de lo humano. Dolmen Editorial.
Navarrete, C. (1966). The Chiapanec, History and Culture, Papers of the New World Archaeological Foundation, number twenty one, publication 16, Brigham Young University, Provo, Utah.
Navarrete, C. (1991). La religión de los antiguos chiapanecas. En Lecturas chiapanecas 4 (pp. 111-151). Porrúa, Gobierno del Estado de Chiapas.
Palacios Gama, Y. (2010). El Santísimo como encanto. Vivencias religiosas en torno a un ritual en Suchiapa. Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, Universidad Intercultural de Chiapas, Universidad Autónoma de Chiapas.
Palacios Gama, Y. (2016). Niluyarilo. Paisaje ritual y memoria en el viaje de los floreros de Chiapa de Corzo. Universidad Autónoma de Chiapas, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
Pujadas, J. (2000). El método biográfico y los géneros de la memoria. Revista de Antropología Social, 9, 127-158. https://doi/RASO0000110127A/9967