Sentido de Comunidad en Localidades Rurales de Chiapas

Sense of Community in Rural Localities of Chiapas

Jesús Ocaña Zúñiga jesus.ocana@unicach.mx Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Facultad de Ciencias Humanas y Sociales. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. México. orcid https://orcid.org/0000-0003-0300-0797
Germán Alejandro García Lara german.garcía@unicach.mx Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Facultad de Ciencias Humanas y Sociales Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. México. orcid https://orcid.org/0000-0002-4075-4988
Oscar Cruz Pérez oscar.cruz@unicach.mx Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Facultad de Ciencias Humanas y Sociales Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. México. orcid https://orcid.org/0000-0003-2452-2834
Juan Carlos Nájera Ortiz juan.najera@unicach.mx Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Facultad de Ciencias Odontológicas y Salud Pública Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. México. orcid https://orcid.org/0000-0002-5673-0112



DOI: https://doi.org/10.31644/IMASD.37.2024.a05

Fecha de recepción: 23 de junio 2023
Fecha de aceptación: 28 de febrero de 2024
Fecha de publicación: 01 de junio de 2024

Resumen

El concepto de comunidad tiene una connotación distinta en los múltiples campos disciplinares. En este sentido, se puede referir a un sistema de relaciones psicosociales, a un grupo de personas con cierto nivel de interacción, a personas compartiendo un espacio geográfico o a quienes comparten el uso de una lengua según determinados patrones o hábitos culturales (Causse, 2009). Considerando a la comunidad como la base fundamental de la convivencia, el sentido de comunidad, según el modelo propuesto por McMillan y Chavis (1986), asume que tal constructo implica el sentido de pertenencia de las personas hacia su comunidad, el grado de influencia en la toma de decisiones colectivas, idiosincrasia cultural común y lazos afectivos sólidos entre quienes forman parte de ella. Chiapas, un estado del sur de México, se distingue por su riqueza socio-cultural y natural. Sin embargo, también presenta altos niveles de rezago, desigualdad y pobreza. Este trabajo tiene por objetivo valorar el sentido de comunidad en cinco localidades rurales de Chiapas con el propósito de medir este constructo en contextos de alta vulnerabilidad social. Para ello, se aplicó la Escala de Sentido de Comunidad propuesta por Sánchez-Vidal (2009) a una muestra no probabilística de 238 habitantes de cinco comunidades de Chiapas. Los resultados muestran puntajes más bajos para la escala en la localidad de San Rafael, municipio de Ocozocoautla; y La Florida, municipio de Jiquipilas. Estos resultados se discuten en el marco de las condiciones socioculturales que prevalecen en las comunidades y de la configuración demográfica de las mismas.

Palabras clave: Psicología de la comunidad; Sentido de comunidad; Comunidades rurales; Problemáticas psicosociales

-Abstract-

The concept of community has a different connotation in the multiple disciplinary fields. In this sense, it can refer to a system of psychosocial relationships, to a group of people with a certain level of interaction, to people sharing a geographical space or to those who share the use of a language according to certain patterns or cultural habits (Causse, 2009). Considering the community as the fundamental basis of coexistence, the Sense of community, according to the model proposed by McMillan and Chavis (1986), assumes that such a construct implies the sense of belonging of the people towards their community, the level of influence in collective decision-making, common cultural idiosyncrasy and strong affective ties between those who are part of it. Chiapas, a state in southern Mexico, is distinguished by its socio-cultural and natural resources; however, it also presents high levels of backwardness, inequality and poverty. This work aims to assess the Sense of Community in five rural towns in Chiapas with the purpose of assessing this construct in contexts of high social vulnerability. To this purpose, the Sense of Community Scale proposed by Sánchez-Vidal (2009) was applied to a non-probabilistic sample of 238 inhabitants of five communities in Chiapas. The results show lower scores for the scale in the town of San Rafael, in the municipality of Ocozocoautla and La Florida, municipality of Jiquipilas. The results are discussed within the framework of the sociocultural conditions that prevail in the communities and their demographic configuration.

Keywords: community psychology; sense of community; rural communities; psychosocial problems

Introducción

El concepto de comunidad tiene una connotación distinta en los múltiples campos disciplinares, es decir, no tiene una definición unitaria. En este sentido, Causse (2009) señala que una comunidad “puede referirse a un sistema de relaciones psicosociales, a un agrupamiento humano, al espacio geográfico o al uso de la lengua según determinados patrones o hábitos culturales” (p. 12). En el campo disciplinar de la psicología, y en específico de la psicología comunitaria, el concepto de comunidad ha evolucionado a través del tiempo. Sarason (1974) estableció una noción general del concepto comunidad al considerarla como una red de relaciones de ayuda mutua y colaboración en la cual una persona puede desarrollar dependencia. Por su parte, Montero (2004) apuntaló la idea de reciprocidad de la comunidad al definirla como un grupo social dinámico, histórico, que se constituye y desarrolla culturalmente; en el cual los integrantes comparten necesidades, problemas, objetivos e intereses; en un espacio y tiempo específicos y que generan, con el tiempo, una identidad colectiva.

            Más recientemente, Romero y Muñoz (2014, como se citó en Drake-Tapia, 2022) identificaron una serie de elementos que caracterizan a una comunidad. En principio, las autoras definen a una comunidad como “un grupo social con relaciones y lazos comunes que comparte determinados intereses y participa de algún objetivo o interés común” (p. 162), que mantiene interacción social en un contexto determinado de manera sostenida. Las autoras apuntan que, al paso del tiempo, dicha interacción desarrolla identidad que incluye el sentido de pertenencia, un sentimiento de formar parte de algo más grande que, de manera gradual, convierte al grupo en una entidad histórico-social con rasgos compartidos, tales como costumbres, tradiciones, símbolos y estilos de vida. En este sentido, una comunidad es, en la perspectiva de Romero y Muñoz (2014), una forma histórica de relación social que, a partir de la acción vinculada a la satisfacción de necesidades y problemas cotidianos, produce instituciones y valores que se instauran como patrimonio colectivo. Este trabajo se inscribe en el marco de tales referencias del concepto comunidad.

            El sentido psicológico de comunidad es un concepto clave de la psicología comunitaria (Ramos-Vidal y Maya-Jariego, 2014). Sarason (1974) definió el sentido de comunidad como aquel sentimiento de que una persona pertenece a una colectividad mayor, para la cual se asume como alguien importante para ella. Esto refiere una proximidad conceptual al sentido de pertenencia. Posteriormente, McMillan y Chavis (1986), en un esfuerzo por delimitar y medir el sentido de comunidad, identificaron cuatro dimensiones que, al día de hoy, dan forma al constructo. Estas cuatro dimensiones son la pertenencia, la influencia, la satisfacción de necesidades y la conexión emocional compartida. Más recientemente, Esteban-Guitart y Sánchez-Vidal (2012, como se citó en Ante y Reyes, 2016), en una revisión en torno al concepto de sentido de comunidad, concluyeron que los distintos estudios del constructo se enfocan en considerarlo como una vivencia psicosocial que se integra por tres dimensiones: la dimensión territorial, entendida como la escala espacial donde las personas se desenvuelven; la dimensión relacional, esto es, las interacciones sociales; y la dimensión simbólica, en la que se incluyen los elementos de identidad social y cultural, como por ejemplo, la religión.

En cuanto a la medición del sentido de comunidad destacan las propuestas de McMillan y Chavis (1986), Chavis et al. (2008), Bishop et al. (1997), Sánchez-Vidal (2001, 2009) y más recientemente Ante y Reyes (2016). McMillan y Chavis (1986), formularon la que es, posiblemente, la escala más utilizada para medir el sentido de comunidad. Se trata del Índice de Sentido de comunidad (SCI, Sense of Community Index), la cual está integrada por 12 ítems que se distribuyen en cuatro dimensiones que corresponden al arreglo conceptual propuesto por los autores: satisfacción de necesidades, influencia, pertenencia y conexión emocional. Más tarde, Chavis et al., (2008) actualizaron la versión de la SCI (SCI-II), ampliando la escala a 24 ítems integrados en las mismas cuatro dimensiones del instrumento original.

            Por su parte, la Escala de Sentido de Comunidad Percibida (PSCS, The Perceived Sense of Community Scale), desarrollada por Bishop et al. (1997), mide el sentido de comunidad a partir de 30 ítems que toman de referencia el marco conceptual de McMillan y Chavis (1986), así como en las propias expectativas de los autores. La PSCS considera tres dimensiones: misión, que evalúa la percepción acerca de lo que la persona se encuentra comprometida con los demás para alcanzar objetivos comunes; responsabilidad recíproca, que se refiere a la percepción de que los miembros de la comunidad son responsables unos de otros; y falta de armonía, que representa la insatisfacción con aspectos de la experiencia de la vida en comunidad. Sánchez-Vidal (2001; 2009) desarrolló una escala de 18 ítems que, considerando la propuesta conceptual de Sarason (1974), la agrupa en cuatro áreas temáticas: arraigo territorial, interacción vecinal, interdependencia o mutualidad y otras. En años recientes se han realizado otras propuestas para medir el sentimiento o sentido de comunidad. Una de ellos es la realizada por Ante y Reyes (2016), quienes diseñaron una escala para medir el sentido de comunidad en contexto urbano, a nivel barrio o colonia, la cual quedó conformada por 9 reactivos agrupados en aspectos culturalmente relevantes y que consideran los componentes de pertenencia, interrelación y cultura común.  En este trabajo se optó por utilizar la escala de Sánchez-Vidal (2009) de 18 ítems, en virtud que se ha aplicado en contextos poblacionales semejantes, específicamente en otras localidades de Chiapas, México. Según, Ante y Reyes (2016), el sentido de comunidad es un constructo complejo, debido a que ha sido sumamente difícil definir elementos universales en su estructura conceptual y porque, además, debe considerar elementos específicos de la cultura y contexto en la que se analiza o aborda. Sin embargo, lo que es menos difuso en torno al sentimiento o sentido de comunidad es el hecho que es relevante conocerlo y medirlo. El conocer el sentido de comunidad en población altamente vulnerable, como es el caso de este trabajo, cobra relevancia en la identificación de redes de apoyo mutuo al interior de las comunidades; información que puede ser recuperada para esbozar estrategias futuras de intervención orientadas a la atención de problemáticas psicosociales tales como el consumo de alcohol, violencia intrafamiliar, depresión, suicidio adolescente, entre otras; muchas de las cuales son crecientes en las comunidades de estudio.

            En este contexto, el objetivo de este trabajo es medir el sentido de comunidad en adultos que viven en contextos de alta vulnerabilidad social, de cinco localidades rurales de Chiapas, México.

Método

Tipo de estudio

El trabajo es de corte cuantitativo, de alcance descriptivo, con un diseño no experimental, transversal.

Sujetos y contexto

Se empleó una muestra no probabilística, por conveniencia, de 238 habitantes de cinco comunidades de Chiapas, en tiempos prepandemia. La distribución porcentual fue la siguiente: 39.9 % (n= 95) de los participantes viven en la comunidad Gabriel Esquinca; 24.8 % (n= 59) en la localidad Gral. Emiliano Zapata; 5.9 % (n= 14) en La Florida; 21.4 % (n= 51) en Lázaro Cárdenas; y 8 % (n= 19) en San Rafael.

            El ejido de Gabriel Esquinca forma parte del municipio de San Fernando, que se encuentra a 20 km de la capital del estado, en la región económica III denominada Mezcalapa. Esta comunidad fue fundada en 1938 y, actualmente, cuenta con una población cercana a 2,000 habitantes. Las principales actividades económicas son la agricultura, ganadería y comercio. Los principales cultivos son el maíz y frijol. Por su parte, la comunidad Gral. Emiliano Zapata, fundada en 1980, se ubica en el municipio de Chiapa de Corzo que integra, con Tuxtla Gutiérrez, Suchiapa y Berriozábal, la región económica I Metropolitana. Es una comunidad relativamente grande, pues su población actual es alrededor de 600 personas. Se encuentra ubicada a 1 km del río El Chorrito, tributario del río Grijalva. Sus actividades económicas son la pesca de autoconsumo y el cultivo de maíz y frijol. Por otro lado, el ejido La Florida se ubica en el municipio de Jiquipilas, en la región II Valle Zoque de la zona central de Chiapas. Esta comunidad se fundó de manera oficial en 1995 y, actualmente, cuenta con una población cercana a los 100 habitantes, lo que ha condicionado el acceso a servicios de salud, pues no cuentan con un centro de salud en la comunidad. En cuanto a educación, solamente cuentan con preescolar y primaria, ambos multigrado, por lo que la interacción con la comunidad vecina denominada Vicente Guerrero es imperativa.

A diferencia de las otras comunidades consideradas en este estudio, en La Florida la mayoría de los hombres salen hacia otras comunidades vecinas para trabajar en labores relacionadas al campo, mientras que las mujeres permanecen en el hogar, cuidando a los hijos y atendiendo pequeños emprendimientos (Comité Estatal de Información Estadística y Geográfica [CEIEG], 2020).

            Las comunidades de Lázaro Cárdenas y San Rafael se encuentran en el municipio de Ocozocoautla de Espinosa, en la misma región II Valle Zoque. El ejido Lázaro Cárdenas, que se localiza aproximadamente a 1 km del centro ecoturístico El Aguacero, cuenta con una población cercana a los 300 habitantes, quienes se dedican predominantemente a la agricultura y  ganadería. Esta comunidad se fundó en 1975 a partir de movimientos migratorios indígenas, principalmente provenientes de Zinacantán y San Juan Chamula, quienes buscaban afincarse con tierras con certidumbre jurídica de las cuales carecían en sus lugares de origen. En el caso de San Rafael, el asentamiento se originó en la década de los noventas, mediante un proceso de invasión de tierras, que finalmente se legalizó en 1998 mediante acuerdos con el gobierno estatal y federal. Actualmente la comunidad cuenta con poco más de 100 habitantes, que se dedican al campo y a la crianza de animales de traspatio (CEIEG, 2020).

            Chiapas es uno de los estados con mayor número de habitantes en condición de pobreza entre todas las entidades federativas de México. Según datos del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL, 2022), hasta el año 2020, 75.5 % de sus habitantes viven en condiciones de pobreza y el 29 % en pobreza extrema. De acuerdo con Villafuerte-Solís (2015), esta condición adquiere una dimensión mayor entre la población campesina e indígena de Chiapas, quienes sobreviven, principalmente, de los programas de apoyo social gubernamental y, en los últimos años, de las remesas económicas que envían familiares de estos que han emigrado hacia los Estados Unidos.

            Entre los municipios en los que se sitúan las comunidades consideradas en este estudio, Jiquipilas, Ocozocoautla de Espinosa y San Fernando están clasificadas en un nivel alto de marginación, mientras que Chiapa de Corzo en un nivel medio (Gobierno de Chiapas, 2020).  Estas circunstancias colocan a estas comunidades en una condición de alta vulnerabilidad social.

Instrumentos

Se aplicó la Escala de Sentido de Comunidad, propuesta y validada por Sánchez-Vidal (2009) en población de habla hispana. El instrumento consta de 18 ítems en formato de autoreporte en una escala Likert que va de 1 (nada de acuerdo) hasta 9 (muy de acuerdo) que considera las dimensiones Interacción (5, 10, 7, 13, 2, 18 y 9), Arraigo (6, 1, 16, 3 y 4) e Interdependencia (17, 15 y 14). El coeficiente Alpha de Cronbach, métrica de consistencia interna, reportado por los autores es superior a .85, la cual es suficiente. En un estudio posterior realizado por Esteban-Guitart y Sánchez-Vidal (2012) con jóvenes indígenas y mestizos de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, los autores reportaron un coeficiente de Cronbach de .87. En esta investigación este coeficiente tiene un valor de .83, muy semejante a los reportados en dichos estudios.

Procedimiento

Se organizaron equipos de trabajo integrado por estudiantes de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, quienes realizaron prácticas académicas en cada una de las comunidades consideradas en el estudio. La escala analizada en este trabajo formó parte de un instrumento más amplio que incluyó otras variables y escalas afines a la evaluación del desarrollo humano. Además de los datos cuantitativos, el trabajo de campo incluyó la recuperación de datos cualitativos a partir de entrevistas con personajes clave como fundadores de las comunidades, comisarios ejidales o agentes municipales; información que fue útil exclusivamente para la descripción de las mismas. Para la recolección de datos cuantitativos, los grupos de trabajo fueron capacitados para tal fin. La aplicación de los instrumentos fue in situ en recorridos que se hicieron casa por casa a la mayor cantidad posible de habitantes, todos mayores de edad. Los instrumentos aplicados fueron vaciados en un fichero SPSS v. 21 para su análisis. Este procedimiento fue avalado por la Coordinación de posgrado de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales.

Análisis de datos

En primer lugar, se obtuvieron las distribuciones de frecuencia para las variables sociodemográficas de la muestra. En segundo lugar, se obtuvieron los puntajes para cada una de las comunidades consideradas, tanto de manera general como por dimensiones; esto es mediante el promedio simple entre todos los ítems, según lo indicado por el autor de la escala. De esta manera, a mayor puntaje obtenido en la escala, mayor Sentimiento de comunidad y viceversa. Posteriormente, se calcularon estadísticos descriptivos, tanto para la escala general como por dimensiones, reportando media y desviación estándar para cada ítem. Por último, se realizaron comparaciones entre las medias de las cinco comunidades empleando ANOVA de un factor. La normalidad de los puntajes de la escala se realizó mediante diagramas Q-Q, siendo satisfactoria. Los resultados se discuten en el contexto del lugar de donde provienen los datos.

Resultados

Del total de participantes, 56.7 % son hombres y 43.3 % mujeres. La mayoría, 84.4 % declaró estar casado o vivir en unión libre, el resto soltero o divorciado. En cuanto a la religión, 65.9 % manifestó ser católico, 8.7 % indicó ser evangélico y el resto se distribuyó entre otras creencias religiosas.

            Entre todos los ítems de la escala, considerando las cinco comunidades, destaca que los puntajes promedio más altos corresponden a los ítems que integran la dimensión interdependencia (ítems 15, 14 y 17), mismos que corresponden al reconocimiento de la importancia de establecer esquemas de colaboración con las demás personas. En sentido contrario, los ítems con el menor promedio son el ítem 18.- Puedo confiar en los demás (M= 6.11) y 7.- Una de las mejores cosas de la vida son mis vecinos (M= 7.05), ambos forman parte de la dimensión interacción. No obstante, para estos ítems la desviación estándar es de las más altas, lo que sugiere también una alta variabilidad entre las respuestas de los participantes. En términos generales, para todos los ítems se aprecian promedios altos, como puede observarse en la Tabla 1.

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En la Tabla 2 se puede apreciar que, en cuanto al puntaje general, la comunidad Lázaro Cárdenas del municipio de Ocozocoautla arrojó el promedio más alto, seguido de Gabriel Esquinca en San Fernando y Gral. Emiliano Zapata en Chiapa de Corzo. En la Figura 1 es notable que otra comunidad de Ocozocoautla, San Rafael, con la comunidad La Florida, obtuvieran los puntajes promedios más bajos. Sin embargo, de acuerdo con el procedimiento ANOVA de un factor, se advierte que estas diferencias no son significativas, es decir, los puntajes pueden considerarse equivalentes.

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Al analizar los puntajes por dimensión, de nueva cuenta Lázaro Cárdenas evidenció los puntajes más altos para interacción e interdependencia. En este sentido, las diferencias fueron significativas únicamente para la dimensión interdependencia, no así para interacción. Por otro lado, el puntaje más bajo en interacción correspondió a la comunidad San Rafael. En cuanto al Arraigo, se apreciaron diferencias significativas, siendo los puntajes más altos los obtenidos por la comunidad Gabriel Esquinca, con una diferencia marginal sobre Lázaro Cárdenas. Para esta dimensión, de nueva cuenta, los puntajes estadísticamente significativos más bajos fueron obtenidos por San Rafael.

            Estos resultados apuntan que en la comunidad Lázaro Cárdenas existe un mayor vínculo entre sus habitantes expresado en el reconocimiento de la importancia del apoyo mutuo, es decir, la dependencia entre sí para satisfacer necesidades comunes. Por otra parte, quienes se asumen con mayor adaptación y aprecio por su comunidad son los habitantes de Gabriel Esquinca. Estos datos son relevantes al momento de realizar intervenciones que requieran de esquemas participativos de los locales, pues se augura mayor éxito cuando en las comunidades prevalecen los esquemas solidarios de convivencia y el sentido de pertenencia.

Discusión y conclusiones

El constructo sentido de comunidad refiere una noción acerca del sentido de pertenencia de los integrantes de una comunidad hacia la construcción social que implica la vida al interior de ella. De esta manera, constituye una aproximación hacia el conocimiento del territorio y a la forma en que este es configurado desde la percepción de los habitantes.

Las comunidades rurales, a diferencia del contexto urbano, a menudo refieren esquemas de colaboración y conocimiento de sus habitantes, toda vez que las costumbres, tradiciones y, en mucha ocasiones, la historia, propician un nivel mayor de empatía y solidaridad al interior de la comunidad. Sin embargo, las condiciones de pobreza, marginación y falta de oportunidades podrían propiciar disgusto y reproche hacia el lugar en que se vive. En este contexto, se midió el Sentido de comunidad en cinco localidades rurales de Chiapas con alta vulnerabilidad social, de acuerdo con la propuesta de medición de Sánchez-Vidal (2001; 2009). Los resultados hacen evidente que el sentido de comunidad es una cualidad que se construye en colectivo al interior de cada lugar, de cada territorio; y, por lo tanto, no caben las métricas homogéneas para su evaluación. Por lo anterior, la interpretación de los resultados debe de asumirse con cautela.

            De manera general, los puntajes obtenidos por todas las comunidades resultan altos (mayores a 7.5), lo que dado el contexto de vulnerabilidad socioeconómica en el que se sitúan las comunidades de estudio, contrasta con lo planteado por Vallejo-Martín (2017), en cuanto a que el sentido de comunidad se ve influenciado por la percepción de estatus social, siendo mayor cuando las personas tienen un mejor empleo e ingresos. Este dato revela una realidad distinta en un contexto rural en relación a contextos urbanos donde una alta heterogeneidad étnica se asocia a bajos niveles de sentido de comunidad y viceversa (Esteban-Guitart y Sánchez-Vidal, 2012). Respecto a los centros urbanos, un punto coincidente es el valor que se le otorga a la confianza con los vecinos como una expresión de interdependencia (Ante y Reyes, 2016). Sin embargo, se difiere en el grado de participación colectiva que refiere mecanismos de interacción, siendo bajos en contextos urbanos (Marín et al., 2002).  En este caso, los habitantes de estas comunidades provienen de un contexto regional común que ha facilitado la apropiación del territorio que ocupan. Otra lectura sobre los puntajes altos de sentido de comunidad, de acuerdo con Cueto et al. (2016), puede ser en cuanto a los contextos de vulnerabilidad social, que conllevan a los habitantes de las comunidades a propiciar esquemas de convivencia que permitan hacer frente a la precariedad y condiciones adversas.

            En cuanto a las comparaciones realizadas entre las comunidades consideradas, resulta revelador que, en un mismo municipio (Ocozocoautla), el ejido Lázaro Cárdenas haya obtenido puntajes altos para todas las dimensiones que considera el instrumento empleado. Por otro lado, San Rafael, otra comunidad dentro de la misma demarcación municipal, registró los puntajes más bajos entre todas las comunidades evaluadas. Estos puntajes, que son comparables por el similar número de habitantes que residen en estas comunidades se pueden explicar, entre otras cosas, por la historia de cada lugar. Por un lado, el origen de Lázaro Cárdenas data de 1975 y, desde ese tiempo, ha ido experimentado cambios en cuanto a infraestructura, servicios, regularización de tierra y organización comunitaria. En principio, los primeros pobladores provenían de otros lugares del estado y encontraron en Lázaro Cárdenas la posibilidad de establecerse con un terreno propio para realizar la siembra y, de esta manera, sostener a sus familias. Al respecto, cabe destacar que gran parte de las familias fundadoras de esta comunidad provenían de los altos de Chiapas y compartían elementos socioculturales relevantes, por ejemplo, la lengua originaria: el tsotsil. No obstante, tal como lo sugiere Delgado (2005), más allá de la idiosincrasia y su contexto histórico que comparten, a los habitantes de esta comunidad los ha motivado sus necesidades y la búsqueda de satisfacerlas.

Al día de hoy, el ejido Lázaro Cárdenas es una comunidad que ha alcanzado cierto nivel de cohesión social, las familias se reconocen entre sí, cuentan con una organización definida y, de manera colectiva, han buscado aprovechar oportunidades que les brinda su ubicación cercana tanto a la cabecera municipal como a la reserva de la biosfera Selva El Ocote. Este nivel de consolidación es evidente in situ en el paisaje que describe el lugar y explica, de cierta manera, los puntajes altos obtenidos en este estudio. En este sentido, Vallejo-Martín et al. (2017) apuntan que la interacción social entre organizaciones de la comunidad y sus miembros representa una potencial fuente de apoyo para la colectividad, contribuyendo al desarrollo de sentimientos de pertenencia.

            Por otra parte, la historia de San Rafael es mucho más reciente, pues los primeros pobladores del ejido se asentaron a finales de la década de los noventas, en un proceso de invasión de tierra que, años más tarde fue regularizado. La territorialización del espacio vivido, de acuerdo con Rincón (2021), es un proceso que se gesta a partir de los pensamientos, acciones y experiencias de las personas, unidos por la subjetividad, que produce un significado y sentido existencial para los lugares. Este proceso implica tiempo, no se produce de manera espontánea y es imposible de inducir. Sin embargo, la comunidad de San Rafael, que desde el principio ha tenido una organización bien definida, es evidente que se encuentran en dicho proceso de apropiación de su territorio, el cual se ha articulado a partir de la gestión de mejoras al ejido, la regularización de la tierra y, sobre todo, la búsqueda de fuentes de subsistencia económica y participación política. Respecto al arraigo, es relevante que la localidad Gabriel Esquinca del municipio de San Fernando, la de mayor población entre las comunidades estudiadas, haya obtenido los puntajes más altos en esta dimensión,  pues la fundación del ejido se dio en 1938, lo que se hace evidente en la comunidad con un nivel de organización mayor que les ha permitido acceder, con el paso de los años, a servicios públicos, educativos y de salud. En este sentido, los procesos de movilidad, como el vivido por la comunidad de San Rafael en contraste con la comunidad de Gabriel Esquinca, significan una ruptura en el espacio y en el tiempo (Hoffmann, 2018) y tienen gran influencia en el arraigo que desarrollan los habitantes de las comunidades.

            En este contexto, el sentido de comunidad es una variable que tiene una alta carga subjetiva, que se configura desde la experiencia de las personas y, por tanto, constituye una herramienta valiosa para valorar procesos sociales comunitarios, cohesión social, interacción e incluso como métrica del desarrollo. A partir de este trabajo, se puede advertir que, no obstante, de las limitaciones inherentes a las comunidades rurales campesinas de Chiapas, el sentido de comunidad, el arraigo e interdependencia, se desarrollan a partir de procesos socio-culturales-históricos vinculados al territorio. Por lo anterior, ante cualquier iniciativa de intervención en estos escenarios, sea cual sea su tipología o modalidad es deseable conocer lo más posible el contexto histórico y cultural de la comunidad, siendo el sentido de comunidad una buena aproximación a ello.

Referencias

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